Las energías renovables han experimentado una notable evolución en los últimos años pasando de ser una tecnología que ayudaba a “lavar la cara” (y la conciencia) de los países más ricos y desarrollados. Hoy se ha convertido en una alternativa económica y fiable para la producción de electricidad en prácticamente cualquier parte del mundo.
Por supuesto, la concienciación de todos los países por el problema del calentamiento global y sus efectos sobre el clima, ha sido uno de los principales impulsores de la creciente implantación de esta tendencia tecnológica. Pero no podemos olvidarnos de otro aspecto mucho más importante: la importante reducción de precio que se ha producido en los últimos años.
El concepto de energía renovable incluye diferentes tecnologías, muchas de ellas utilizadas de manera generalizada desde el principio de los tiempos. El fuego y el agua no sólo han acompañado a la humanidad desde épocas muy remotas, sino que han contribuido de manera fundamental al desarrollo de culturas y civilizaciones hasta el momento presente.
Sin embargo, cuando hablamos de energías renovables en el contexto tecnológico actual, nos referimos básicamente a la utilización de dos fuentes con relativamente reciente implantación: el sol (la energía solar) y el viento (la energía eólica).
Estas energías renovables comenzaron a instalarse de manera generalizada en diferentes países europeos a lo largo de los años 90 gracias al apoyo institucional de gobiernos que establecieron condiciones favorables para su implantación. Este marco propició un desarrollo tecnológico masivo que provocó, en pocos años, una importante reducción de costes que se ha ido consolidando con el paso de los años. A modo de ejemplo, el coste de instalación de una central solar fotovoltaica se ha reducido en un 600% en los últimos 10 años.
A nivel mundial, la generación de electricidad con carbón y gas en 2015 atrajo menos de la mitad de la inversión registrada realizada en energía solar, eólica y otras energías renovables, según las conclusiones del informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) “Tendencias mundiales en las inversiones en Energía Renovable 2016”. Esta edición del informe afirma que la inversión mundial anual en nueva capacidad de energías renovables alcanzará a lo largo de este año los 266.000 millones de dólares, (más del doble de los 130.000 millones invertidos en centrales eléctricas de carbón y gas el año pasado).
Además, por primera vez, en 2015 las nuevas energías renovables instaladas superaron la capacidad añadida de todas las tecnologías convencionales. En 2015, las energías renovables aportaron 134 gigavatios (GW) de potencia adicional en todo el mundo frente a 106 GW en 2014 y 87 GW en 2013.
Sin embargo, desde mi punto de vista, lo más significativo de estas cifras es que las inversiones en energías renovables en países en vías de desarrollo superaron las de los países desarrollados por primera vez en 2015.
Gran parte de estas inversiones récord en el mundo en desarrollo tuvieron lugar en China (un 17% más, con el 36% del total mundial), India (22% del total), Sudáfrica, México y Chile. Además, en los últimos meses se suceden las noticias relacionadas con el comienzo de obras de nuevas plantas de energías renovables en países como Bangla Desh, Uganda, Kenia, Nepal, Nigeria, Etiopía o Namibia.
Esta es una tendencia imparable e iremos viendo en todo el mundo cómo las centrales de generación que utilizaban energías “convencionales” van terminando su vida útil y son sustituidas por plantas mucho más respetuosas con el medio ambiente y, al mismo tiempo, cómo los países con mayores necesidades energéticas, van cubriendo éstas con la incorporación de energías renovables a gran escala.
El lado “oscuro” de las energías renovables es la dificultad de gestión de la demanda por la imposibilidad de controlar las condiciones del viento o del sol, pero este aspecto quedará minimizado con la creciente incorporación de tecnologías de almacenamiento energético, en constante avance en los últimos años.
Hay que mirar el futuro de manera optimista y, posiblemente en una o dos generaciones más, podríamos encontrarnos con un planeta completamente diferente al que tenemos hoy… o, al menos, eso es lo que nos gustaría a casi todos y siempre hay que dejar algún lugar para la utopía y los buenos deseos… ¿no?