Uno de los lugares más recónditos del planeta. El más profundo y poco explorado… ¡está también contaminado! Bolsas y otros retazos de plástico han llegado a bajar los más de 11.000 metros en la fosa de las Marianas, enredando peces y algas abisales que, quizá, hayan tratado de comérselos o utilizarlos para sus cuevas. No es el único caso, también hay estudios que demuestran que animales de distintas fosas abisales del planeta han ingerido microplásticos. ¿Y cómo no hacerlo si en nuestros océanos hay más de 8 toneladas de basura que navega y resurge arrastrada por las mareas y corrientes? Y solo un pequeño porcentaje del plástico se mantiene a flote en el mar, mientras que el resto se hunde hasta el fondo del mar. Basura que es en su gran mayoría (un 89%) es plástico, especialmente bolsas de la compra (de las que ya apenas hay en superficie).
En la actualidad hay varias islas de basura flotante identificadas -también llamadas ‘manchas’, ya que no siempre son percibidas desde el aire-. La primera de ellas se avistó el pasado siglo, allá por 1997, en el Pacífico norte: una gran balsa móvil de aproximadamente tres veces el tamaño de Francia (1,6 millones de kilómetros cuadrados). Desde entonces se han detectado concentraciones de basura similares en el Atlántico y en el Índico, coincidiendo con los grandes vórtices marinos que atraen y unen los desperdicios sueltos, la gran mayoría plásticos. Una bolsa de plástico tarda más de 50 años en descomponerse, un mechero más de 100 y una botella más de 500 años.
Se estima que ya puede haber hasta seis kilos de plástico por cada kilo de plancton en el mar. Y, lo peor, que puede tardar cientos de años en degradarse y desaparecer causando un problema aún mayor, el de los microplásticos que impregnan toda la vida marina y que, a su vez, nosotros ingerimos con consecuencias aún desconocidas, pero sin duda dañinas (ya se están detectando, de hecho, problemas digestivos, cutáneos o incluso reproductivos a causa de ellos). Y, peor aún, estos plásticos, pequeños o grandes pueden ser además vehículo para sustancias tóxicas como pesticidas, metales pesados y otros químicos que llegan así a nuestro organismo y, por supuesto, a los ecosistemas.
¿Y qué hacemos con ellas?
No se sabe de dónde ha venido la basura, seguramente de todas partes (industrias, cruceros, vertederos, residuos individuales en playas y ríos…), pero a día de hoy estas balsas se encuentran en aguas internacionales y no pertenecen a ningún país. Por tanto, su retirada o limpieza no recae bajo la responsabilidad de ninguno de ellos. En cualquier caso, de hacerlo, ¿dónde llevarían tal cantidad de residuos?, ¿cómo los destruirían? La comunidad internacional ha optado, en su lugar, por dejarlas donde están, hasta que se llegue a una solución creativa y, sobre todo, efectiva.
A título individual es poco lo que podemos hacer para hacerlas desaparecer, pero mucho para evitar que sigan creciendo:
En AUARA tenemos muy claro que nuestro propósito es llevar agua allí donde más se necesita, pero que hemos de hacerlo de la manera más sostenible posible. Fuimos la primera marca europea en utilizar plástico Rpet 100% reciclado y 100% reciclable, ahorrando petróleo y energía, pero sobre todo, evitando crear más basura plástica. Hasta hoy hemos reciclado más de 700 000 kilos de plástico, 31,5 millones de botellas nada más y nada menos.
«Las cosas no tienen que cambiar el mundo para ser importantes». (Steve Jobs)
¿Nos ayudas a ser parte del cambio y que ninguna botella llegue al mar?
#BetheChange