Tatale es una de las zonas más pobres de Ghana. Un rincón olvidado del mapa cerca de la frontera con Togo. Allí comienza el viaje que llevaba tiempo esperando, el primero que iba a realizar a África.
Más que un viaje, ha sido una experiencia de vida, de esperanza, de sensaciones, de encontrarte realizada con tu propósito. De comprobar, con mis propios ojos, el impacto directo de un proyecto de AUARA: un pozo mecanizado que ahora suministra agua potable a la escuela Infantil y Primaria de Tatale. De ver cómo ha cambiado la vida a más de 2000 personas y ha transformado la nuestra.
Es la historia del agua, algo tan cotidiano para muchos y tan esencial para todos. Algo imprescindible para la vida y que, sin embargo, de lo que no todas las personas del mundo disponen como nosotros, enormes afortunados que podemos, simplemente, abrir un grifo y beber. Más de 700 millones se levantan cada mañana y no tienen ese grifo cerca. En su lugar, deben caminar kilómetros para conseguir ese líquido sagrado, el que les mantendrá vivos. Sin entender el motivo, una frase como un susurro ha acompañado mi mente durante este viaje: “Be water my friend, be water.”
El nuevo pozo que, gracias a nuestros partners y colaboradores hemos podido traer esta comunidad, no es solo una fuente de salud y felicidad para los 800 niños que asisten a la escuela, es también un salvavidas para sus familias y vecinos, que durante la estación seca hacían interminables colas por un pequeño cubo de agua o caminaban horas hasta el río más cercano, contrayendo enfermedades que podía significar su muerte por el agua contaminada. En Tatale, el 87% de las familias vive con menos de 3,65 dólares al día y la falta de agua potable es una constante, este pozo no solo les limpia e hidrata, también les devuelve tiempo para aprender, salud para crecer y esperanza para un futuro mejor.
Ver a los niños reír y jugar, sabiendo que ya no tienen que recorrer largas distancias por agua, ha sido un estímulo conmovedor y un orgullo que me reafirma en porqué hacemos lo que hacemos.
Compañeros que son oro (y agua)
Durante nuestra visita, hemos tenido la suerte de trabajar de la mano de nuestro socio, la ONG Jóvenes y Desarrollo , que trabaja para acoger a menores y jóvenes en contextos de vulnerabilidad: niños huérfanos perdidos en la calles y en extrema pobreza. Les dan manutención, les educan, les ayudan a aprender un oficio... Pero lo más importante, les dan el amor y el cariño que nunca han tenido. Son centros que, como el Don Bosco en Ashaiman, uno de los que visitamos durante este viaje, que acoge y protege a niños víctimas de trata y abuso.
Ha sido duro, pero al mismo tiempo esperanzador conocer estas realidades de cerca, acompañar a las comunidades y ver otros pueblos para pensar en realizar más proyectos. Para nosotros, cada pozo es mucho más que una mera infraestructura: es la razón por la que merecen la pena todos los esfuerzos. Es la evidencia de que el cambio es posible cuando se trabaja para los que más lo necesitan. Y es, además, la convicción para seguir soñando que un mundo mejor es posible.
Hoy, ya de vuelta, levanto mi vaso de agua por Tatale, por los niños que he conocido que ahora tienen una escuela donde aprender y un pozo para beber, y por cada persona que, de una forma u otra, ha hecho esto posible. Gracias a todos.
¿Y tú? ¿Quieres ser parte del cambio? 🌱💧Con AUARA. Be the change.
SOL DEL CASTILLO DE SILVA, Responsable de desarrollo de negocio en AUARA.
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