Como todos sabemos, el principal causante de la mala calidad del aire que “padecemos” en las grandes ciudades es el tráfico de vehículos a motor unido a los episodios de prolongadas sequías y elevadas e inusuales temperaturas derivados del cambio climático.
Para resolver estos temas las autoridades municipales y gobiernos en todo el mundo están utilizando medidas restrictivas al tráfico en grandes aglomeraciones urbanas que intentan limitar el uso de vehículos en aquellos momentos en los que se superan los umbrales de contaminación que se consideran peligrosos para la salud humana.
En España, por ejemplo, el pleno del Ayuntamiento de Madrid aprobó el mes de noviembre del año pasado una propuesta para que "accesibilidad al transporte público" determine la tarifa que deben pagar los usuarios en los parquímetros. Esto se traducirá, en la práctica, en que la zona azul o verde del aparcamiento regulado en la calle será más cara cuando haya una estación de Metro o bus en las proximidades.
Paralelamente a las autoridades, los fabricantes de coches tienen su propia carrera impulsados por la cada vez más restrictiva regulación en materia de calidad del aire y hacen esfuerzos orientadas a reducir las emisiones. Estas medidas tienen un efecto importante aunque no resultan, en absoluto, suficientes a corto o medio plazo, lo que nos lleva a plantearnos que las medidas más efectivas sean las “no tecnológicas”.
¿Qué medidas son estas? Las que puede tomar cada ciudadano, que al final, es el verdadero implicado. Y no mediante prohibiciones o restricciones, sino siendo más consciente de cuáles son nuestras necesidades.
El objetivo principal de estas medidas es reducir el uso del transporte privado dentro de la ciudad. Y como conseguirlo es importante. Normalizar el uso de otros sistemas de transporte, como el público, la bicicleta o incentivar el uso de vehículos con varios pasajeros pero no porque sea una imposición, sino por darnos cuenta de que es una solución mejor para todos.
Igualmente, desde las administraciones se tiene que trabajar en el diseño de ciudades y áreas periféricas con infraestructuras de transporte público adecuadas que permitan que el uso del vehículo a nivel individual se reduzca al máximo.
El “carpooling” o “carsharing” (o vehículo compartido) es la práctica que consiste en compartir (en sentido amplio) un vehículo con otras personas tanto para viajes periódicos como para trayectos puntuales. Con esta práctica se consigue reducir el tráfico en las grandes ciudades, facilitar el movimiento de personas que no dispongan de coche propio y abaratar el coste de los desplazamientos.
Algunas ciudades, entre las que destaca Madrid, se están convirtiendo en pioneras a nivel europeo en su oferta de soluciones de movilidad sostenible incluyendo desde sistemas de funcionamiento similar al taxi tradicional hasta otros basados en facilitar localizar plazas de aparcamiento o servicios de transporte compartido con vehículos eléctricos.
Utilizando el “carpooling”/”carsharing” como estrategia, ha surgido un nicho de negocio que está siendo aprovechado por diferentes iniciativas que aportan soluciones imaginativas y dinámicas en un entorno en el que la conectividad posibilita este tipo de plataformas colaborativas que funcionan gracias al intercambio de información de manera masiva y en tiempo real.
Si todavía no los conoces o si te interesa saber cuál es la oferta de este tipo de servicios, te incluimos una lista de algunos de los servicios actualmente disponibles en ciudades como Madrid o Barcelona para que los tengas en cuenta la próxima vez que utilices tu coche particular para moverte por la ciudad:
Taxi:
Carsharing:
Moto sharing:
Compartir bicicleta:
Carpooling:
Ayudas para encontrar aparcamiento:
Las posibilidades son cada vez más y depende de nosotros hacer uso de ellas. Poder colaborar para mejorar el aire de nuestras ciudades y, por consecuencia, el nuestro ya es una realidad. La llave la tienes tú.