Luchas por el oro azul

junio 28, 2023

Luchas por el oro azul

No se trata de un juego de verano en el que los niños se lanzan inocentes bombas en forma de globos llenos de agua, ni de pistolas que disparan refrescantes chorros transparentes. Las guerras de agua son algo mucho más serio y muy real. Durante toda la historia ha sido habitual disputarse el control de las fuentes, la cercanía a los puertos ya sean marítimos o fluviales, en suma, el acceso a este recurso. 

Pensemos, por ejemplo, en conflictos históricos alrededor de los grandes ríos, como el Tigris y el Éufrates han sido históricamente fuente de tiras y aflojas entre sus países colindantes, en este caso Siria e Irak. También Etiopía y Egipto, por ejemplo, se han disputado siempre las aguas del Nilo. O el bíblico Jordán, que fluye además por una región especialmente árida y con pocas precipitaciones, es uno de los puntos dolorosos en la inestabilidad entre Israel, Siria, Jordania y el Líbano. Incluso el famoso Río Colorado, entre Estados Unidos y México es objeto de la diplomacia entre estos dos países (la extracción masiva para abastecer a la ciudad de Los Ángeles hace que el caudal llegue mucho más pobre al territorio mexicano, para perjuicio de sus ciudadanos). Más cerca y más conocido, el actual conflicto en Ucrania tiene también parte de trasfondo relacionado con el agua, desde el acceso al mar en Crimea, hasta el control por las fuentes y por las plantas hidroeléctricas en Dnipro. También es común, en conflictos de cualquier índole, utilizar el agua como arma, bombardeando infraestructuras hídricas o cortando canales, al estilo de los asedios de la edad media, para castigar y doblegar a la población.

Actualmente, y desconocidos por el gran público, sigue habiendo numerosos conflictos en el mundo que tienen que ver con el llamado ‘oro azul’ o, más bien, con la falta del mismo. Recordemos que más de la mitad de la población mundial tiene problemas de escasez severa o con dificultades para disponer de agua potable. Según el World Resources Institute, la mitad de la población mundial -más de 4.000 millones de personas- tendría dificultades de acceso al agua (algunos de ellos no durante todo el año, pero sí en épocas concretas), y la cuarta parte tendría serios problemas por ello. Este problema, lejos de mejorar, se espera que incluso empeore por la presión demográfica, el desarrollo socioeconómico y, cómo no, el cambio climático. Todo ello provocaría hambrunas, muertes infantiles, migraciones masivas y, por supuesto, inestabilidad social y política y conflictos armados. 

Según WorldWater.org, 2018 fue el peor año de este siglo en cuanto a número de conflictos relacionados con el agua, con 136 registrados. La cifra ahora se sitúa por encima de los 120, y hay que tener en cuenta batallas más desconocidas u olvidadas entre apenas dos pueblos. Solo en los últimos 60 años se calcula que habría habido cerca de 2.000 conflictos relacionados con el agua en el mundo.El proyecto Water, Peace and Security Partnership (WPS) trabaja, mediante herramientas tecnológicas, para identificar lugares donde existen conflictos relacionados con el agua y donde son susceptibles de que los haya, calculando y combinando parámetros como la disponibilidad natural de este recurso, el nivel de ingresos, si los gobiernos son corruptos o existen mafias criminales, los flujos de migración, etc.. Si miramos en sus mapas vemos que una buena parte de ellos se encuentran en el continente africano y en el oriente próximo: Etiopía, Sudán, Madagascar, Irak, y también India o Papúa-Nueva Guinea.

La tecnología es, por supuesto, una importante aliada para detectar y atacar estos conflictos. También lo son la cooperación y la diplomacia, precisamente, lo único que puede ayudar al mundo en estos casos son organismos independientes y equitativos, como Naciones Unidas, vigilando, dirimiendo y racionalizando un acceso al agua limpia y segura para todos. De hecho, ya el Artículo 52(2) del Protocolo adicional I a los Convenios de Ginebra de 1949, sobre la Protección general de los bienes de carácter civil estipula que “se prohíbe atacar, destruir, sustraer o inutilizar los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, tales como los artículos alimenticios y las zonas agrícolas que los producen, las cosechas, el ganado, las instalaciones y reservas de agua potable y las obras de riego”.

Desde AUARA, que conocemos de primera mano cuánto bien puede hacer el agua y cuánto mal cuando hay falta de ella, llamamos a la cooperación. La gestión compartida de recursos hídricos naturales es una potente herramienta diplomática que, en muchos casos, ha generado entendimiento y situaciones de paz y solidaridad. Ojalá siga siéndolo y se reduzca, cada vez más, la incidencia de las guerras por el agua.