La higiene de manos es fundamental para evitar la propagación de infecciones y enfermedades, como ha quedado demostrado durante la pandemia por el COVID-19. Así, un hábito tan cotidiano para los que tenemos acceso a agua potable como lavarnos las manos con agua y jabón, resulta de vital importancia para aquellos que no tienen acceso a ella.
La ciencia ha contribuido con las vacunas a frenar el COVID-19 y también hemos aprendido durante estos años que algunos buenos hábitos y costumbres pueden ayudarnos a estar más protegidos. El lavado frecuente de manos es una de ellas y, según Naciones Unidas, una de las acciones más efectivas que se pueden llevar a cabo para reducir la propagación de patógenos y prevenir no solo el COVID-19, sino también otro tipo de infecciones por virus o bacterias como diarreas, cólicos, cólera, difteria o disentería. Sin embargo, aunque la concienciación existe y en occidente se trata de un gesto tan cotidiano como sencillo, en otros lugares del mundo no es tan evidente.
Como marca el ODS 6, el acceso al agua sigue siendo un reto y, aunque se ha mejorado en los últimos años, todavía hay dos de cada cinco personas de todo el mundo que no disponen de una instalación básica para lavarse las manos con agua y jabón. Si el agua es clave en este proceso, el jabón también lo es porque actúa como desinfectante. Como nos recuerda la ONU, no emplearlo en un gesto tan rutinario para muchos de nosotros, resulta fundamental para evitar enfermedades infecciosas, como las que provocan procesos diarreicos, cuyas consecuencias son mucho más graves en los países pobres y que llevan incluso a la muerte a cerca de mil niños cada día. Convertir el lavado de manos con agua y jabón en un hábito arraigado puede salvar más vidas que cualquier intervención médica, reduciendo las muertes por diarrea a casi la mitad, y las muertes por infecciones respiratorias en una cuarta parte.
Es por tanto fundamental inculcar este hábito desde muy temprana edad y no solo cuando se percibe visualmente la suciedad, sino también antes de tocar alimentos o después de ir al baño, tocar animales o limpiar la casa, en que las manos han podido estar en contacto con todo tipo de bacterias. Para lograrlo, la educación es por supuesto clave, pero también las infraestructuras. Según Unicef, 2 de cada 5 escuelas carecen de saneamientos adecuados, lo que afecta a 818 millones de niños y jóvenes de todo el mundo.
Desde AUARA, en línea con nuestra misión de llevar agua allí donde se necesita, hacemos especial hincapié precisamente en entornos escolares, donde ese acceso al agua es fundamental. A través de la construcción de más de 66 pozos y depósitos en los 22 países en los que desarrollamos proyectos junto a nuestros socios, hemos mejorado la vida de más de 53.000 personas que gracias a estas infraestructuras pueden lavarse las manos. En algunas de estas instalaciones, la construcción de bombas y depósitos se complementa con la instalación de lavabos comunitarios, como en la región de Battambang, una de las más pobres de Camboya, en los colegios de Brolaytngnor y Oundong Svay Primary School, que hemos realizado junto a la organización Karuna Battambang.
Por eso, es necesario seguir promoviendo un gesto sencillo como el de lavarse las manos, que salva vidas e incentivar el desarrollo de pozos y lavabos en las poblaciones que no tienen acceso a agua potable para reducir la propagación de enfermedades y fomentar la higiene personal.