El emprendimiento social es una actividad cada vez más implantada en nuestra sociedad. La irrupción de la pandemia ya dejó clara la filosofía de este sector, con la creación la alianza Covid Response Alliance for Social Entrepreneurs, a la que se sumaron más de 50 organizaciones internacionales del sector para apoyar este tipo de emprendimiento. Y este objetivo sigue siendo una de las actividades más importantes de la sociedad tras el comienzo de la guerra de Ucrania, con cientos de iniciativas para aportar un valor por el cambio social.
A diario podemos comprobar las numerosas iniciativas que hay al respecto, pero conviene recordar de qué hablamos cuando nos referimos el emprendimiento social, ya que muchas veces se confunde el concepto con organizaciones sin ánimo de lucro o con una idea innovadora socialmente hablando que puede llevar a cabo cualquier empresa sin llevar implícito un modelo de negocio.
Entre las principales características que debe tener una idea de negocio con el emprendimiento social como base están:
1.- Utilizar una empresa como medio para conseguir el objetivo del cambio social y la creación de valor para la sociedad que se haya marcado.
2.- La mayor parte de los beneficios de su empresa debe reinvertirlos en promover y conseguir su objetivo social último.
3.- Debe aportar soluciones innovadoras a problemas sociales ya existentes como el hambre, las enfermedades, la exclusión social, la educación, el cambio climático o la lucha contra la pobreza.
Existen algunos movimientos para ayudar a emprender a este tipo de startups. Uno de ellos es Ashoka, una organización que identifica, conecta, acompaña e impulsa a los líderes de la innovación social. En sus más de 40 años de historia, está presente en más de 90 países, España entre ellos, superando los 3.800 Emprendedores Sociales.
Acumen invierte en compañías y agentes de cambio. Destina capital a empresas capaces de aportar soluciones sostenibles a grandes problemas. Su CEO y fundadora, Jacqueline Novogratz, renunció en 1986 a su trabajo en Wall Street para ayudar a abrir la primera institución de microfinanzas de Ruanda, una experiencia que la inspiró a crear Acumen. Cuando se fundó la organización, en el año 2001, pocos habían oído hablar de “Inversión de Impacto”. En España, desde Open Value Foundation ya han puesto en marcha tres ediciones de la Acumen Academy, a más de 65 agentes del cambio en nuestro país, entre ellos nuestros compañero Pablo Urbano.
Además de organizaciones, también existen herramientas que reconocen la labor de los emprendedores sociales. Es el caso de Social Enterprise Mark (SEM), una organización británica que certifica que las empresas que dicen ser sociales cumplen al menos con 5 requisitos, como ya hemos comentado en este blog en alguna ocasión.
Hoy hay más de 220 empresas acreditadas con este reconocimiento y, como ya os hemos contado y muchos de vosotros sabéis, AUARA es una de ellas, siendo la cuarta empresa fuera del Reino Unido y la primera en España en conseguirlo. Pero no es la única empresa social que cuenta con un reconocimiento por su labor en este sector.
También existen multitud de empresas de crowdfunding donde únicamente se financian proyectos sociales, por ejemplo, otras que emplean a personas con discapacidad y apuestan por la mano de obra humana frente a la maquinaria que podría hacer ese mismo trabajo. Por citar sólo algunas de ellas: Ethic Hub, Homeless Entrepreneur, Abrazo cultural, Fundación Kirira, etc.
Una de nuestras demandas más comunes tiene que ver con la petición de apoyo administrativo y regulatorio para poder desarrollar nuestra actividad. El emprendimiento social necesita facilitar el cambio y contribuir a afrontar los desafíos globales. Sin duda, una legislación que reconozca la labor de las empresas sociales contribuirá a mejorar las comunidades y países en las que desarrollen su actividad. Ganas de mejorar el mundo, no faltan.