Es un asunto complejo, no vamos a negarlo, pero eso lo convierte en un tema apasionante que merece la pena analizar.
¿Felicidad? Alcanzar tal estado de dicha es probablemente la meta más anhelada por todos y cada uno de nosotros. Desde que tenemos uso de razón, interiorizamos que esa es básicamente la culminación de nuestras vidas y, por consiguiente, todos nuestros actos y decisiones deben conducirnos y hacernos permanecer en el camino cuyo fin es “la felicidad”.
Sabemos que tenemos que ser felices, pero nadie nos ha explicado cómo. Algunos parecen serlo y otros, sin aparentarlo, aseguran haberlo conseguido. Entonces, ¿qué es la felicidad? ¿Qué significa y qué se siente? No existe respuesta universal a esa pregunta así que nos limitaremos a describirlo como un estado emocional de plenitud y satisfacción con uno mismo y la vida que posee.
Podréis discrepar con la ambigüedad de la cuestión pero sólo hay que indagar un poco para darse cuenta de que cada persona crea su propia versión de la definición del estado de felicidad.
Fenomenal hasta aquí. Entonces, ¿cómo se consigue? Un buen trabajo, una pareja estable con un futuro prometedor en común, una situación económica sostenible, buena salud… Estamos de acuerdo que son factores que claramente influyen y pueden hacer peligrar nuestro estado de bienestar pero, ¿son condición necesaria e imprescindible para alcanzar nuestro fin?
Rafael Santandreu –reconocido como uno de los psicólogos más prestigiosos de nuestro país– asegura en su libro Las gafas de la felicidad que la clave principal radica en no crearse necesidades y disfrutar de lo que se tiene en cada momento. En otras palabras, sostiene que el secreto está en conseguir no apegarse a nada ni a nadie.
Teniendo en cuenta que la solución a tanto quebradero de cabeza es absolutamente subjetiva, es interesante comentar también el impresionante proyecto dirigido por The Harvard Study of Adult Development.
Se trata del estudio sobre la vida adulta de mayor duración que se ha llevado a cabo en la historia. Durante 75 años, se ha desarrollado un seguimiento constante de la vida de 724 hombres desde su etapa de adolescencia hasta la tercera edad. El proyecto se inició en 1938 seleccionando hombres de dos grupos extremadamente distintos, estando el primero compuesto por estudiantes de Harvard College y, el segundo, por adolescentes con familias desestructuradas provenientes de los barrios más pobres de Boston.
El estudio ha consistido en entrevistas regulares (tanto a los candidatos como a sus familias), exámenes médicos y cuestionarios. No hay duda de que la información recopilada ha sido espléndida en términos de calidad y cantidad, y con ello se ha podido extraer una conclusión que responde a nuestra gran pregunta: las buenas relaciones sociales son la llave de la felicidad.
En primer lugar, se ha reparado en su importancia pues aquellos con buenos vínculos sociales (familia y amistades) han sido claramente más felices. Dicho de otro modo, se percibió que la soledad resultaba ser “tóxica” para el ser humano. En segundo lugar, no es suficiente contar con esas relaciones sociales sino que éstas deben ser de calidad, lo que podemos describir como “relaciones sanas”. Por último, los investigadores han apreciado que además de ser felices, los hombres con mejores relaciones gozan de mejor memoria y condiciones físicas en la última etapa de su vida, además de un final menos agonizante.
Actualmente, 60 de los candidatos iniciales siguen vivos y continúan participando en el proyecto. Además, la investigación se ha extendido enormemente y la descendencia de los todos los candidatos (aproximadamente 2000 individuos) está siendo también estudiada.
“Yo lo que quiero es ser feliz”. Tenemos tendencia a hablar de ello como si no fuera cosa del presente. A veces nos inclinamos hacia el pasado con comentarios como “Yo antes era feliz” cuando estamos atravesando un mal momento; otras veces oteamos el horizonte con objetivos a medio o largo plazo con “Cuando consiga eso voy a ser feliz”. Asimismo, la alegría o felicidad por haber logrado un propósito es a menudo un entusiasmo efímero en el tiempo.
¿Recordáis el camino del que hablábamos al principio? Tratemos de darle un giro al asunto y pongamos que la felicidad no es el fin de nuestro recorrido sino el propio camino en sí. Planteémoslo como un objetivo inmediato de resultado permanente.
No es tarea fácil pero, como todo en la vida, es cuestión de actitud. Una actitud positiva con dinamismo constante, capacidad de esfuerzo, decisión y, sobre todo, gratificación personal.
“Puedo enseñarle a cualquier persona cómo conseguir lo que quiere en la vida. El problema es que no puedo encontrar a quien pueda decirme qué es lo que quiere” Mark Twain
Si uno no sabe a donde quiere llegar, es imposible que sepa qué camino debe escoger. Empecemos entonces por ahí, ¿no?