Desde que se ‘inventó’ el retrete (dicen que hace unos 4.000 años en Creta ya utilizaban algo parecido, aunque a quien se atribuye el retrete moderno es al británico John Harington, a finales del siglo XVI), a muchos nos cuesta imaginar hacer nuestras necesidades de otro modo que sentados en nuestra cómoda taza. Junto a él, como requisito indispensable, el alcantarillado. Una de las obras de ingeniería urbana que nos dejaron los romanos y que facilita la canalización de las aguas residuales de manera que no contaminen las calles ni el resto de fuentes potables.
Ambos tan antiguos y tan útiles que deberían ser universales pero que, sin embargo, están muy lejos de serlo en muchos lugares y hasta en países enteros, sobre todo de África. Allí, según cifras de 2020, la tasa de saneamientos mejorados (instalaciones con mínimas condiciones de seguridad, privacidad y limpieza) está en el 54,3%*. Es decir, ¡solo la mitad de los saneamientos del continente cumplirían con los requisitos mínimos de salubridad e higiene! El resto de la población realiza sus necesidades muchas veces al aire libre o en lugares no adecuados, lo que incrementa las posibilidades de contaminación de alimentos o enfermedades por bacterias asociadas, sin contar los ataques físicos que sufren muchas mujeres cuando se encuentran en esta situación expuesta o sus problemas de privacidad especialmente cuando tienen la regla o están embarazadas.
Es cierto que las cifras han ido mejorando, poco a poco, en la última década, pero la situación aún es grave o muy grave en muchos lugares como Chad donde, con una población de 13 millones de personas, un 82,7% no tiene acceso a saneamientos mejorados. Este es el país con peor acceso al saneamiento en porcentaje de población, seguido por Etiopía (que en cifras absolutas lideraría este dudoso honor, con 94,6 millones de personas sin acceso a saneamientos mejorados), Sudán del Sur, Níger y la República Centroafricana.
El caso de Etiopía es especialmente sangrante: en el año 2000 la práctica totalidad de su población rural no tenía acceso a saneamientos limpios y salubres, y en las áreas urbanas solo lo tenía el 40% de los habitantes. Desde entonces, y debido a la gravedad de la situación, es uno de los lugares donde más atención se ha puesto a este problema por parte de las autoridades y de las agencias de ayuda internacional, y gracias a ello, las mejoras han sido importantes en lo que llevamos de siglo: se ha logrado elevar la cifra de población que tiene acceso a estos ‘retretes dignos’ a un 18% del total en 2020, aunque todavía es solo el 8% de las áreas rurales los que cuentan con ese privilegio.
Allí todavía se necesita mucha atención y muchos proyectos como nuestra colaboración con Ayuda en Acción y Aveda para la instalación de un pozo y 91 letrinas en el municipio de Boloso Sore, donde solo el 40% de la población del distrito tenía acceso a letrinas. Junto con el gobierno local, desde AUARA hemos trabajado también en el cambio de actitudes y hábitos y en la organización de las actividades de la comunidad como por ejemplo la formación de un comité para la gestión del agua o formación en higiene general.
Son pasos pequeños y, aunque en la buena dirección, todavía insuficientes. En todo el mundo son, a día de hoy, unos 3.600 millones las personas que no disponen habitualmente de un saneamiento adecuado y seguro. Casi la mitad de la población mundial. Las ventajas de invertir en saneamientos son incalculables en cuanto al ahorro en costes médicos, el aumento de la productividad, la creación de puestos de trabajo, el bienestar y la dignidad de las personas. Por eso sigue siendo necesario visibilizar el problema mediante el Día Mundial del Retrete 2021 que se celebra cada 19 de noviembre. Es un derecho de todos.