El próximo 24 de enero se celebra el Día Internacional de la Educación. En la actualidad, según la UNESCO, aún hay más de 260 millones de niños y jóvenes sin escolarizar, más de 600 millones ni siquiera saben leer o calcular sumas y restas, además de los 4 millones de niños y jóvenes refugiados que no pueden asistir a la escuela.
Es un problema que afecta a su presente y, sin duda, también a su futuro y al de sus comunidades, regiones, países, economías... Sin formación, y menos aún, sin posibilidad de tenerla, estos chicos tendrán muy difícil el acceso a un mundo laboral, y por tanto a una independencia económica. Sin hablar de las posibilidades de desarrollo generales de la zona en que se encuentran.
Y hablamos aquí de educación porque, está comprobado, que su acceso está tristemente ligado al nivel de acceso al agua, al igual que a la pobreza, los conflictos armados o la emergencia climática. Efectivamente, la falta de agua está muy relacionada con las tasas de no escolarización.
En zonas con problemas de acceso a los recursos hídricos y sanitarios los niños, sobre todo las niñas, emplean su tiempo en ir a buscar agua diariamente a varios kilómetros de sus casas, lo que les impide hacer ninguna otra actividad como estudiar.
Las niñas son las principales afectadas en esa búsqueda de agua en poblaciones que carecen de ella y unas instalaciones sanitarias nulas o deficientes en los centros escolares, limitan su asistencia y acceso, por falta de higiene y privacidad. También hay casos más graves donde la proliferación de enfermedades más graves por beber agua en ínfimas condiciones sanitarias, o las hambrunas a causa de sequías continuadas, hacen que la educación pase a un plano secundario.
Consciente de ello, la UNESCO insta a tener en cuenta y mejorar este punto en el plano de la educación: “Mejorar las instalaciones de agua, saneamiento e higiene en los centros educativos puede tener efectos positivos significativos en los resultados de salud y educación. Las instalaciones mejoradas, junto con la educación en higiene, también pueden reducir el absentismo y aumentar la demanda de educación, en particular entre las adolescentes, que podrían abandonar los estudios debido a la falta de servicios higiénicos solo para mujeres.” (UNESCO, 2016, pág. 308).
Y UNICEF en su Manual de Escuelas Amigas de la Infancia estimaba que “con el suministro de agua potable y saneamiento se reduce la incidencia de enfermedades diarreicas y se podrían ganar alrededor de 1.900 millones de días escolares”, y que una forma de lograrlo es “dotar a las escuelas de agua potable, mejorar las instalaciones de saneamiento y ofrecer educación sobre la higiene que favorezca la adopción de comportamientos saludables para toda la vida”.
En AUARA estamos comprometidos con este objetivo y hemos colaborado en 32 proyectos relacionados con centros educativos, como en la escuela de Tangulbei (Kenia), que ha permitido dotar a la escuela de un tanque de agua que ha mejorado las condiciones de vida y sanitarias de los niños y niñas que asisten y ha logrado, además, dar acceso a agua potable a 635 personas. O la construcción de un pozo en la Ponmalaipatty, Sacred Heart Higher Secondary School de Tamil Nadu (India), donde la sequía y el descenso del nivel freático han convertido la falta de agua potable en un tema de salud pública, especialmente para la infancia, logrando acceso al agua para más de mil personas.
Por eso, seguiremos impulsando a través de nuestros proyectos el accesos seguro al agua potable que es una garantía para una educación de futuro.