No podemos elegir si tendremos el pelo rubio o moreno, si nuestra piel será clara o muy oscura, si seremos altos, gordos o pecosos. Todas esas cosas pueden influir, en mayor o menor medida, en nuestra vida. Sin embargo, ninguna tanto como nuestro género. Todavía hoy, nacer niño o niña determina nuestras oportunidades de futuro, incluso en las zonas más desarrolladas y avanzadas del planeta, ¡qué no sucederá entonces, en el resto de lugares!
A día de hoy, todavía son muchos millones las niñas que sufren desigualdad. La mitad de las que tienen entre 10 y 14 años dedica el doble de tiempo a las tareas domésticas que sus iguales, se añade falta de oportunidades educativas -solo dos de cada cinco niñas termina la educación secundaria- y también de violencia sexual -13 millones de chicas, entre 15 y 19 años ha sido forzadas a tener sexo, y una de cada cinco en todo el mundo ha contraído matrimonio antes de los 18, la mayoría de ellas obligadas por sus familias-. Y no hablemos de la mutilación genital femenina, una práctica con terribles consecuencias para su salud física y mental que han sufrido más de 200 millones de mujeres de distintas edades en todo el mundo y que en muchos lugares de Asia, África y Oriente Medio sigue siendo tristemente común.
El Día Internacional de la Niña es una llamada al respeto internacional primero hacia esa mitad de la humanidad que sufre grandes desigualdades solo por el hecho de nacer con un determinado género y, además, hacia personas que se encuentran desfavorecidas por su edad: la infancia en general. Se calcula que cerca de 500 millones de mujeres y niñas vivirán con menos de 1,90 dólares al día este año, y es cierto que también son muchos chicos y hombres los que sufren este problema, pero en el caso de las niñas, esto no hace sino colmar el vaso de su situación ya de por sí desfavorecida.
UNICEF lo deja muy claro: “las niñas de todas las condiciones están alzando sus voces contra las desigualdades. Por todo el mundo, los movimientos encabezados por niñas están poniendo freno al matrimonio precoz y a la mutilación genital femenina, exigiendo medidas para combatir el cambio climático e innovando en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas”. El objetivo de la comunidad internacional ha de ser su empoderamiento y el cumplimiento de los derechos humanos en todos los rincones del planeta. Para ello es fundamental invertir en la infancia como grupo, y hacerlo desde una perspectiva de género que aporte, y no que reste. Vamos a necesitar todas las manos posibles para remar hacia un mundo más sostenible, y todas las personas, hombres y mujeres, educados en la igualdad y el respeto, son necesarios para llevar ese barco a buen puerto.
Como muestra un botón en un tema que conocemos bien desde AUARA: en muchos lugares de África son las encargadas de transportar agua para beber, lavarse y el resto de necesidades básicas de su entorno. Para ello recorren hasta 7 kilómetros diarios exponiéndose a las inclemencias meteorológicas, los ataques de animales, el riesgo a ser violadas y la extenuación de caminar varias horas bajo el sol. Y no solo eso, esta tarea (femenina e infantil) impide en muchos casos que vayan a la escuela, se formen y tengan la oportunidad de un futuro mejor, con lo que el problema se perpetúa. ¿Se puede hacer algo? Tal vez sí. Con solo reducir 15 minutos al día el tiempo que tienen que andar se podría aumentar la asistencia de las niñas a la escuela entre un 8% y un 12%, y para ello se necesita llevar ese acceso al agua más cerca de ellas, con pozos o depósitos, además de un trabajo de educación para cambiar mentalidades.
En AUARA las apoyamos y trabajamos, con nuestra misión de llevar agua allí donde se necesita, a que puedan liberarse de esa tarea, puedan estudiar en un entorno seguro y formen parte de la solución frente a la pobreza, la desigualdad (no solo de género) y la protección del medio ambiente. Somos agua, somos niñas.