Un paso hacia adelante, dos hacia atrás. Un ritmo poco alentador, parece, el de la humanidad en los últimos tiempos: según el Global Risks Report 2022 del World Economic Forum (WEF), que analiza los riesgos globales que afectan a las sociedades y las economías de todo el planeta, si bien el mundo ha avanzado en concienciación, las divisiones y desigualdades internacionales se han hecho más profundas.
Hace dos años, algunos de los riesgos que se percibían en este informe anual eran la erosión de la cohesión social, la crisis del sustento y el deterioro de la salud mental. Y llegó la pandemia y complicó aún más las cosas, además de añadir una crisis económica mundial. Hoy vemos que estos riesgos siguen presentes. Las interrupciones en la cadena de suministro, la inflación, los desequilibrios en el mercado laboral, la desigualdad educativa… Cuestiones muy patentes que, precisamente por su gravedad, también están haciendo que se pierda el foco y se limiten esfuerzos en otros riesgos también muy acuciantes, como el cambio climático, las barreras a la movilidad internacional o la carrera espacial (sí, también es algo que el WEF tiene en cuenta como posible riesgo global).
Los pobres, más pobres
Es cierto que en las sociedades más desarrolladas hay visos esperanzadores, gracias al rápido progreso de la vacunación, los enormes avances en digitalización (acelerada por la necesidad de mantener la continuidad del trabajo y la educación) y la lenta pero segura vuelta a los niveles de crecimiento prepandemia. Pero en las menos desarrolladas ni siquiera cuentan con las dosis iniciales de la vacuna: en los 52 países más pobres del mundo -donde vive el 20% de la población más pobre del planeta- solo el 6% ha sido vacunado. Y siguen empobreciéndose.
Se espera que para 2024 las economías en desarrollo, exceptuando China, habrán caído un 5,5% por debajo de su expectativa de crecimiento prepandemia, mientras que los países con economías avanzadas habrán sobrepasado esa expectativa en casi un 1%, lo que no hace sino aumentar la brecha.
A ello se suma la brecha digital: un 1,4% de la población mundial no tiene acceso al mundo digital (parece un porcentaje pequeño, pero son 98 millones de los 7.000 millones de personas que habitan el planeta), lo que no solo les hace ‘perderse’ esta parte del progreso, sino que también limita su acceso al mundo laboral, a la educación, a los servicios…
Un horizonte preocupante
¿Qué nos espera entonces? Según el estudio del WEF, los próximos tres años estarán caracterizados por la volatilidad constante y la fractura que separará a estos ‘ganadores’ y ‘perdedores’. Si establecemos el plazo en cinco años, la mayor preocupación serán los riesgos medioambientales y sociales. Y en el horizonte de la próxima década la salud del planeta se convertirá en lo más relevante, con el fracaso de la acción climática, las condiciones meteorológicas extremas y la pérdida de la biodiversidad como los tres riesgos más importantes, de los que sufriremos sus consecuencias en forma de sequías, fuegos, inundaciones, pérdida de especies o falta de recursos naturales.
Es evidente que la situación que se presenta ante nosotros no nos muestra un escenario ideal, sino más bien un horizonte preocupante. Por ello, es fundamental restaurar la confianza y la cooperación entre países, solo así será posible abordar y hacer frente a estos retos y tratar de avanzar hacia un mundo con esperanza en un futuro mejor.
Y nosotros, todos nosotros, también podemos, y debemos, contribuir en nuestro día a día a este gran reto con muchas pequeñas acciones y decisiones que pueden convertirnos en agentes del cambio, y que son decisivas para la supervivencia de nuestro planeta.