Cultivar en tierra seca

febrero 15, 2023

Cultivar en tierra seca

El pasado verano fue uno de los más calurosos y secos que se recuerdan, concretamente el sexto más seco desde que se comenzaron a registrar los índices pluviométricos en 1961. También sufrimos sequía durante el resto del año: en España, en 2022, llovió un 16% menos de lo habitual y, si bien en algunas regiones la situación fue otra -en Levante o Canarias la lluvia sí fue copiosa en algunos momentos-, el escenario ha pasado a considerarse severo. Desde la propia AEMET ya han alertado de que estamos entrando en una ‘sequía meteorológica de larga duración’, ya que la lluvia acumulada en los años previos ha sido lo suficientemente escasa como para mermar las reservas y hacer difícil su recuperación.

En Europa también lo han notado -se estima que el 64% del territorio se encuentra afectado por esta situación-, así como en otras partes del mundo. Todo ello afecta no solo a lo obvio: el vaciado de los pantanos y los cortes de suministro en los hogares, sino también (y más grave si cabe) al campo, con tierras de cultivo inservibles, cosechas perdidas y un potencial problema de aumento del coste de los alimentos y, después, de clara escasez de los mismos. 

Se estima que la agricultura consume el 70% del agua del planeta, por lo que es urgente poner en marcha medidas, mecanismos administrativos y soluciones innovadoras que garanticen la producción (y con ella el suministro de alimentos a precios asequibles para la totalidad de la población). Tratar de revertir el cambio climático y el calentamiento global es fundamental y, mientras tanto ya hay algunas soluciones más prácticas e inmediatas que se están utilizando en algunos lugares del mundo, incluso en zonas con pocos recursos. Os presentamos algunas de ellas:

  • Agujeros que atraen la lluvia: La idea, que proviene de nuestro archipiélago Canario, ya se está aplicando con éxito en países africanos como Kenia o Tanzania. Consiste en cavar pequeñas hondonadas en forma de media luna y en posición contraria a la pendiente, para que cuando llueva el agua no caiga erosionando el suelo, sino que se quede retenida y se filtre alimentando así los cultivos. También si el terreno es liso funciona cavar un hoyo de unos tres metros y poner dentro de él la planta. De este modo no solo se recoge la lluvia que pueda caer, sino que también se brinda protección contra los vientos.
  • Plantar más: Parece obvio, pero no lo es tanto. En las zonas con más vegetación hay más humedad, generada por el ciclo corto del agua (el agua que expulsan las hojas sube y vuelve a caer). Además, las plantas protegen el suelo de la erosión y la pérdida de nutrientes, con lo que son más aptas para el cultivo a la larga.
  • Desalinización: España es uno de los principales países del mundo en capacidad de desalinización, con unos 5 millones de metros cúbicos diarios, parte de ellos destinados a la agricultura. Esta es una práctica que asegura el suministro, pero que debe realizarse con medida: el Instituto para el Agua, el Medio Ambiente y la Salud de la ONU (UNU-INWEH) ha alertado de los riesgos de esta práctica ya que, por cada litro de agua limpia se producen 1,5 de salmuera (agua con una gran cantidad de sal) que, si se libera de nuevo al mar, puede tener un alto impacto medioambiental
  • Evitar el suelo: Además de los cultivos hidropónicos (en que los nutrientes alimento de las plantas se disuelven en el agua de riego), también se están realizando exitosas pruebas con la aeroponía, que consiste en la vaporización de agua y nutrientes sobre raíces y hojas, que se puede realizar en altura y sin necesidad de sol -dentro de un edificio, por ejemplo-. En estos casos, se suele aplicar también un ciclo de agua cerrado, para reutilizarla al máximo.
  • Protector solar para plantas: Algunos productos como el polvo de caolinita o algunos talcos se usan de forma habitual sobre los cultivos para aumentar la refracción de los rayos y, por tanto, paliar la incidencia excesiva del sol. 

Desde AUARA sabemos muy bien los problemas que causa la falta de agua, porque llevamos ya mucho tiempo trabajando para acercarla allí donde se necesita. Tal vez no se pueda decir que la mano del hombre es la causante de la sequía en sí, pero sí de su recurrencia, duración e intensidad. Está en nuestras manos, también, evitar que este problema se agrave y provoque hambrunas en todo el planeta.

 




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