El cuerpo necesita el agua para regular la temperatura, lubricar órganos y articulaciones y realizar funciones vitales como la digestión. Una persona apenas puede sobrevivir entre tres y cinco días sin beber. Después, poco a poco, las mucosas se secan, la sangre se ensucia, la piel se resquebraja, los riñones dejan de funcionar y el cerebro empieza a confundirse y ralentizarse. Sin agua, todo se para.
La deshidratación -que puede convertirse en crónica si la carencia es recurrente- es el principal problema que se nos viene a la mente si pensamos en esa falta de agua, y, por supuesto, su consecuencia más grave. Pero hasta llegar a ella, o paralelamente, el agua contaminada o la falta de higiene pueden causar otras dolencias igualmente terribles.
El cólera es una de las más conocidas. Se ocasiona por una bacteria que ataca el intestino (la bacteria vibrio cholerae) presente en agua o alimentos contaminados, por lo que su principal consecuencia es una diarrea aguda que puede llegar a acabar con la vida del enfermo. Con siete pandemias en su haber, esta enfermedad originaria de la India ha matado a millones de personas desde que se tienen registros a partir del siglo XIX.
Muchos de los infectados no tienen síntomas o los sufren de forma leve, lo que hace que no sea fácil saber cuántos casos hay a día de hoy en el mundo: según la OMS, entre 1,3 y 4 millones de casos anuales. Otros, que sean más débiles o no reciban los cuidados adecuados, pueden morir -unos 100.000 anuales-. El tratamiento, con sales de rehidratación oral, es sencillo y relativamente barato, pero no accesible a todo el mundo. También existen vacunas recomendables especialmente en zonas donde la enfermedad es endémica, pero la solución a largo plazo es, por supuesto, el acceso a agua potable y a un saneamiento adecuado, lo que forma parte de la hoja de ruta mundial para 2030.
También la fiebre tifoidea, una infección causada por una variedad de la bacteria Salmonella que, como sabemos, afecta al sistema digestivo -y en algunos casos también a la sangre- y se suele encontrar en alimentos o agua contaminados. Del mismo modo que el cólera, esta fiebre puede no ser mortal en muchos de los casos si se trata adecuadamente. De los hasta veinte millones de personas que podrían infectarse cada año según la Organización Mundial de la Salud, morirían unos 120.000, pero la triste realidad es que es difícil contabilizar su alcance. La incidencia, eso sí se sabe, es mucho mayor en poblaciones donde la superpoblación hace que el saneamiento y el propio acceso a agua limpia sean deficientes -no se pueden lavar los alimentos o las manos correctamente-, como en países menos desarrollados de África y Asia.
Hay otras enfermedades de este tipo que están relacionadas con el agua, como la dracunculosis, esquistosomiasis, amebiasis, criptosporidiosis (Crypto) o giardiasis, cada una de ellas responde a uno de estos parásitos que les dan nombre. En general, la diarrea y la desnutrición son consecuencias comunes de todas ellas y las verdaderas causantes de miles de muertes, sobre todo infantiles. Según Unicef, a nivel mundial, se calcula que 2.000 niños menores de cinco años mueren cada día por enfermedades diarreicas -más que por SIDA, malaria y sarampión juntos-, gran parte de ellas relacionadas con el agua, el saneamiento y la higiene. Y junto a ella, muy de la mano, camina la desnutrición aguda. Solo en un país como Pakistán (nos sirve de ejemplo, pero no es el único lugar del mundo donde sucede), la mitad de las muertes infantiles está relacionada con la desnutrición que, a su vez, tiene mucho que ver con la falta de agua. Porque ésta no solo hace a los niños más vulnerables a cualquier infección, sino que además es clave para los campos de cultivo y los animales que, a su vez, les dan de comer.
La inversión en agua -infraestructuras, educación, canalizaciones, etc.- es, por tanto, una inversión en vidas y, a la larga, en crecimiento económico. En AUARA sabemos que cada gota cuenta, y contribuye a la salud, nutrición y bienestar general de las personas a las que llega. El agua puede hacer a muchos enfermar, pero el agua limpia es sin duda, una de las medicinas más ‘baratas’ y efectivas.