Hace algunos años, viajé a Etiopía con la ONG Amigos de Silva, a colaborar en la obra de un hospital. AdS trabaja en la región de Afar, una de las regiones más pobres de Etiopía y de África, y según dicen, la región más cálida del planeta, en pleno cuerno de África. En concreto, trabajábamos en Asayita, uno de los pueblos más importantes de la región. Allí trabajábamos a temperaturas que llegaban a los 55ºC. Es un lugar particularmente extremo por sus condiciones climáticas, y evidencia clarísimamente los problemas que genera la falta de agua accesible.
En un tercer viaje a Etiopía, estuve trabajando en la construcción del quirófano del hospital, y pasé algunos meses en el entorno del hospital durante varias horas al día. Allí se veía claramente. Gran parte de las personas que venían al hospital tenían problemas que estaban relacionados con el agua. Muchos niños llegaban con la tripa hinchada por problemas estomacales derivado de beber agua contaminada.
También había una enorme malnutrición infantil, niños literalmente en los huesos porque sus madres no tenían comida que darles. La falta de lluvia provocaba escasez de cultivos y por tanto de comida, y cuando un año llueve poco o no llueve, es seguro que mucha gente morirá de hambre. Y por otro lado estaba el problema de las heridas. Cuando una persona se hace un corte o alguna herida por menor que sea en un lugar en el que no hay agua limpia accesible, la dificultad para mantener una herida limpia provoca que en muchos de los casos esas heridas se infecten e incluso se conviertan en gangrenas. De hecho, recuerdo que un día vino un hombre al hospital que tenía el pie y el tobillo completamente hinchados y de color morado. Según su mujer, se había hecho una pequeña herida trabajando en el campo, pero como no podía lavársela, cada día estaba peor. Tuvimos que pagarle un transporte a un hospital a varios cientos de kilómetros para que le amputaran el pie, porque era imposible salvarlo. Por suerte, ahora hay un quirófano en Asayita.
Pero lo que veíamos las personas que trabajábamos allí era que, si se solucionaba el problema del agua, se podían solucionar muchos otros problemas que llevaban a la gente al hospital. Allí comprendimos que la falta de agua potable es la mayor de las pobrezas. El hecho de que haya millones de personas en el mundo sin acceso a agua potable origina que en los países en vías de desarrollo, el 80% de la mortalidad infantil tenga origen en el consumo de agua contaminada. El agua sucia es la primera fuente de enfermedades en estas comunidades, algunas de ellas muy comunes y otras más extrañas, desde una simple diarrea que puede llegar a ser mortal hasta el Cólera, la Hepatitis A o la E. Coli.
Pero el problema del agua afecta en muchas otras maneras. El no tener agua accesible complica mucho la vida. En las comunidades más pobres, mujeres y niños tienen que recorrer grandes distancias todos los días para buscar agua lejos de sus casas. El 75% de las veces son mujeres y niños los encargados de esta labor, y recorren distancias que pueden llegar hasta los 10 km. Por este motivo, muchos niños no pueden ir al colegio y muchas mujeres no pueden desarrollar otras actividades a lo largo del día. Es frecuente que tengan que cargar con bidones de hasta 30 kilos a las espaldas para llevar el agua a sus casas.
Desde septiembre del año pasado, cuando lanzamos Auara al mercado, nuestro impacto social se resume en que 3.000 personas tienen acceso a agua potable en Benín, Camerún y Haití, hemos aportado más de 210.000 litros de agua limpia a través de nuestros proyectos, y hay 70 personas en Camboya que tienen acceso a saneamiento. Desde el punto de vista medioambiental, hemos reutilizado 11.500 kg de plástico, y hemos ahorrado casi 19.000 litros de petróleo.
Vendemos agua mineral de un manantial de León que hemos elegido por su calidad, pero sobre todo existimos para mejorar día a día estos datos de impacto, y lo que es más importante, para cambiar la vida de personas con nombre y apellido a través de nuestros proyectos y a través del agua. El agua cambia vidas, y a nosotros que trabajamos en Auara, también nos la ha cambiado.