A enemigo pequeño, vacuna de plata

mayo 20, 2024

A enemigo pequeño, vacuna de plata

 

Empieza la época en la que un pequeño zumbido, machacón y constante, nos puede arruinar la noche. Nos preocupan picaduras, rojeces, quizá alguna alergia y, ¿enfermedades? Efectivamente. Algunas especies de mosquitos -como los tigre o aedes albopictus, ya fatalmente conocidos en nuestro país- son además responsables de la transmisión de enfermedades como el Dengue, la Fiebre Amarilla o la temida Malaria, entre otras. Y no se trata de una simple anécdota: se estima que alrededor de la mitad de la población mundial está en riesgo de ser infectada por alguna de ellas a través de estos insectos.

 

En África y América Latina, donde los casos de infección son muchísimo más numerosos, se trata de una seria preocupación. Solo en 2022 se detectaron casi 250 millones de nuevos casos de malaria -o paludismo- en el mundo (el 94% en África), de los que unos 600.000 resultaron en muertes, especialmente entre los más vulnerables: mujeres embarazadas, niños, desplazados con problemas de salud. En suma, colectivos con un bajo acceso a la educación y prácticamente ninguno a las vacunas. El mosquito anófeles, concretamente, es el principal transmisor de esta enfermedad al infectar la sangre de sus víctimas con el parásito plasmodium. Y aunque para la malaria hay vacuna (desde hace poco: la RTS,S fue aprobada en 2021 por la Organización Mundial de la Salud) y ya está siendo distribuida con éxito en Ghana, Kenia y Malawi, todavía falta mucho alcance, especialmente en la región subsahariana, donde el riesgo de transmisión es alto.

 

Otro mosquito potencialmente peligroso es el del género aedes, responsable de la transmisión del dengue, una enfermedad vírica enormemente extendida, con casi 400 millones de casos de infectados en todo el mundo de los que pueden llegar a morir unos 40.000. Se estima que alrededor de la mitad de la población mundial actualmente está en riesgo de contraer esta enfermedad, la mayoría en Latinoamérica, y especialmente en países como Brasil o Argentina, y con un brote especialmente importante este año en casi todo el continente americano. 

 

Este mismo mosquito aedes transmite también los virus del Zika (generalmente con síntomas leves, aunque potencialmente peligroso en embarazadas), la fiebre amarilla y el chikungunya. Y no solo en países desfavorecidos, el dengue también preocupa en Europa. También para ella hay vacuna, aunque por ejemplo en Brasil se están probando otras técnicas como utilizar mosquitos genéticamente modificados, a los que se les implanta un gen letal que hace que, en generaciones posteriores, las hembras (quienes transmiten la enfermedad) mueran. Otro método para luchar contra ellos, que no implica modificación genética y por tanto tiene más defensores en el mundo es introducir en la especie la bacteria Wolbachia (natural en más de la mitad de los insectos del mundo), que impide que transmitan enfermedades virales. Para ello, se crían en granjas y luego se sueltan para que se mezclen con las poblaciones nativas y la especie se vaya regulando de manera natural.

 

La fiebre amarilla, la encefalitis equina o incluso el sarampión, también son potencialmente transmitidos por estos insectos. Y, tan cerca de nosotros que casi podemos tocarla está el Virus del Nilo, una enfermedad residual, con pocos casos en nuestro país, pero de la que ya se ha registrado (¡en abril de este mismo año!) el primer caso del verano en Sevilla. Es una enfermedad, sí, en principio asintomática o, como mucho, leve, pero que en ocasiones puede derivar en meningitis o parálisis agudas. Se trata de un caso claro de cómo el cambio climático incide en este tipo de enfermedades, ya que a más calor, más posibles generaciones de mosquitos en una misma temporada, y por tanto más posibles infecciones.

 

Porque, efectivamente, entramos en época ‘peligrosa’ con el verano en el hemisferio norte, pero no solo eso, los mosquitos prosperan en agua estancada debido a que es un entorno ideal para la reproducción y el desarrollo de sus larvas, de modo que unas infraestructuras de agua y saneamiento deficientes son un caldo de cultivo, y nunca mejor dicho, para la proliferación de estos y otras variedades de insectos potencialmente peligrosos para los humanos. Así que sí, el cambio climático o, más bien, el aumento de las temperaturas, junto con el súpercrecimiento de la población, no ayudan a paliar la plaga.

 

Como vemos, no es un tema baladí, en la sección americana de la OMS celebran cada año la semana de acción contra los mosquitos, lo que nos da una idea de la gravedad de su incidencia en esta región. Desde AUARA no podemos luchar contra los mosquitos directamente, pero sí de forma indirecta, con nuestro trabajo para llevar agua limpia y unas mejores condiciones de higiene a los sitios donde se necesita. Una salud más fuerte y una mejor higiene no siempre mantienen alejados a los pequeños insectos, pero sí ayudan a evitar las infecciones en gran medida y, sobre todo, a evitar que los síntomas leves que provocan algunas de estas enfermedades se conviertan en un problema serio. Protejamos nuestra salud con mosquiteras, repelentes y vacunas, siempre que podamos; y protejamos la de otras muchas personas en el mundo con ayuda para que el agua limpia y las medicinas necesarias lleguen a todos los rincones.