Mi nombre es Ángel Luis Arquero, y este pasado otoño viví una de las experiencias más intensas de mi vida.
Tuve la oportunidad de vivir la construcción de un pozo gestionado por AUARA en Sansi Gando, Benín, aprovechando mi etapa de voluntariado con OAN International, que ha ejercido de mediador en este maravilloso proyecto.
La etnia Gandó, que habita esta población, se considera tradicionalmente inferior al resto de las etnias dominantes en la región. Esta relación entre los grupos étnicos se explica por el origen de la etnia Gandó: tradicionalmente, existía la creencia entre los Bariba, de que los niños que nacían con alguna deformidad, o en cuyo nacimiento moría la madre, eran “niños brujo”. Por este motivo, los mataban o los abandonaban. La etnia peulh recogía a algunos de ellos y los criaban en sus propias tradiciones, pero considerándolos sus esclavos. Con el paso de los años los Gandó se fueron instalando en los alrededores de los pueblos, y creando pequeños núcleos poblacionales, y así se creó este poblado de alrededor de 350 personas.
Es una etnia muy castigada, pues además de su extremo estado de pobreza, las etnias consideradas superiores no les permiten acceder a sus fuentes de agua limpia, y los Gandó se ven obligados a recoger el agua para beber de charcos o Marigot como el que se ve en la imagen:
De verdad os digo que, cuando ves aquel charco en el suelo de un líquido marrón, que ni siquiera me atrevería a llamar agua, y a las chicas recogiendo aquello en baldes para después beber, cocinar, lavarse… se te cierra el estómago. Es nauseabundo, pero para ellos es lo normal beber de ahí. También es la fuente principal de muchos de sus problemas de salud, pero ellos no son del todo conscientes de esta realidad. Y aunque lo sean, no tienen otra alternativa.
El primer día que llegamos al pueblo todas las niñas y niños pequeños vinieron corriendo a recibirnos y cogernos la mano. No se soltaban. Y de hecho, como no había suficientes manos de bature (blancos) para todos, se repartían los dedos de nuestras manos para poder estar todos cogidos de nuestras manos. Parecía que llevábamos racimos de niños colgados de nosotros.
El primer contacto con el pueblo fue impactante. No éramos conscientes de lo que estábamos viendo. Era complicado llegar a sensibilizar al 100% con aquello, pues es una realidad que estamos acostumbrados a ver en televisión, pero, de pronto estar allí, parecía irreal.
El color del agua que almacenan, las heridas en su piel infectadas por no tener agua limpia y, por lo tanto, posibilidad de una higiene decente, niños enfermos, con deformidades, suciedad adherida a la piel… sencillamente pobreza. No tienen de casi nada, pero rápidamente, recién llegados, te lo ofrecen todo. Las únicas 2 sillas de plástico que tienen en el pueblo te las ofrecen, y rápidamente llegan las ollas con ñam cocido (un tubérculo parecido a una patata gigante), la páte y algo de agua, que con algo de vergüenza, aunque tengamos sed, rechazamos por la alta turbidez que tiene. Digo con vergüenza porque lo ofrecen como su bien más preciado, y nosotros, difícilmente querríamos siguiera lavarnos las manos en un agua de ese color.
En esta primera visita, reunimos a todo el pueblo y les anunciamos que estábamos en proceso de encontrar una ayuda para hacer un pozo en el pueblo, y que pudiesen disfrutar de agua limpia al fin. No os podéis imaginar la alegría que les dio la noticia. Todos aplaudieron felices y sonreían, aunque se mostraron algo dudosos también, pues habían sido engañados en dos ocasiones anteriores con la promesa de un pozo para ellos que nunca llegó. Pero esta vez era diferente. Confiaban en nosotros plenamente.
Y así fue. El miércoles 13 de Diciembre fuimos al pueblo y comunicamos la buena noticia; ¡comenzábamos con los trabajos hoy mismo!
Realizamos el estudio hidrogeológico para localizar la ubicación idónea para perforar. Lo encontramos en una parcela bastante céntrica, propiedad del delegaire de pueblo (anciano y sabio respetado por todos). En esta finca él solía cultivar maíz, pero este mismo verano una plaga llegó a sus cultivos y destruyó todo el maíz. Donó el terreno, con la alegría de que al fin sirviese para ayudar a todos con la instalación de un pozo en ella.
Mientras realizábamos el estudio hidrogeológico, Lamatu, de las hermanas Capuchinas, aprovechaba para dar una formación con unas imágenes muy simpáticas sobre higiene y usos del agua. Todos los niños y mujeres del pueblo seguían con entusiasmo las explicaciones de Lamatu e interactuaban en sus lecciones preguntando y explicando cómo lavar las manos, por qué no se deben tirar residuos en el agua, cómo conservar limpios los recipientes y bidones para guardar el agua, etc.
Monsier Yacoubou, el director de la empresa que se encargaría de la perforación, antes de irnos, pidió al delegaire que tuviesen preparado para nuestra próxima visita una vía de acceso desde el camino hasta la finca, ya que el camión de perforación no podría pasar entre las casas. Para ello debían cortar 200 metros de matorral, con algunos árboles de pequeña envergadura… ¡Y VAYA QUE LO HICIERON! Cuando 4 días después volvimos, vimos cómo habían limpiado completamente el campo para permitir el acceso a la maquinaria, “el último día, según os marchasteis, todo el pueblo nos pusimos a limpiar el acceso, para que tan pronto como llegaseis, pudierais pasar”, nos dijeron. Un trabajo verdaderamente titánico.
Como digo, el sábado fuimos para avisar del comienzo de los trabajos de perforación, e inicialmente no estaban en el pueblo más que algunos niños y las mujeres. Nos recibieron con gran alegría y pronto comenzaron a sacar todo lo que podían ofrecernos de comida. Los niños también se acercaron rápido, y ya éramos unas caras conocidas para ellos, por lo que se atrevían incluso a jugar y a pedir que les subiera en brazos o que les colgara de los pies bocabajo.
Estuvimos esperando algún rato y, de pronto, todos los niños y las mujeres se empezaron a inquietar. Se levantaron y empezaron a correr hacia el nuevo acceso: ¡¡llegaba el camión!! Fue un momento muy emocionante. Ver como un camión enorme, cargado de poleas, tubos, depósitos de diesel, motores, grúas y perforadores nigerianos entra a un pueblo en el que las casas son de adobe, caña y paja, es espectacular.
Del camión salieron 9 hombres, todos muy corpulentos y en forma (menudos bestias), y comenzaron a descargar tubos y barras del camión. Entre todo esto, empezó a llegar mucha más gente del pueblo, asombrados e ilusionados por la presencia del camión.
Entorno a las 15:00h, los obreros elevaron la torre de perforación, engrasaron la máquina, pusieron a punto la cabeza perforadora y arrancaron el motor. Realmente era un momento muy muy emocionante, al menos así lo fue para mí. Había llegado el momento. Los trabajos iban a empezar.
Una de las mujeres más mayores del pueblo, se nos acercó y nos dijo: “simplemente el hecho de que estéis aquí, y hayáis llamado a los perforadores para que vengan es algo enorme para nosotros. Aunque no se encontrase agua, esto es lo más grande que nadie nunca ha hecho por el pueblo. Estaremos eternamente agradecidos por vuestra ayuda. Más de 30 años han pasado desde que dijeron que el pueblo tendría bomba de agua, y ahora, aquí estáis. Dios os bendiga mil veces. Sois un milagro traído del cielo”.
Podéis imaginaros… cuando en un momento así, una persona que habla en nombre de un pueblo entero, dice algo como esto… no puedes más que intentar absorber toda esa gratitud para poder luego hacer partícipe de ella a todo el equipo de personas ha ayudado para que esto sea posible.
Como decía… volviendo a la perforación, se comenzó a profundizar. Los primeros minutos la máquina sacudía con violencia el suelo y retiraba gran cantidad de arena y arcilla.
Granito puro que la máquina sacaba hecho polvo. Íbamos consiguiendo más profundidad: 10 metros, 20, 25, 30… ya pasadas 2 horas, en este punto, la población empezaba a mostrarse impaciente “¿debería salir agua ya?”. Nosotros les explicábamos que el agua en la comuna de Nikki está situada normalmente entre 40-50 metros, por lo que había que tener paciencia.
La perforadora continuó excavando. 35, 40, 45, 50, 55 metros… el agua no aparecía. No dejaba de salir granito y más granito de la perforación, y la preocupación era real. 60, 65 metros… empezábamos a perder verdaderamente la esperanza. ¿Realmente no habría agua en el subsuelo de Sansi Gando? La mala suerte podría cebarse con una población de manera tan drástica. Los habitantes del pueblo se agrupaban alrededor del camión: unos rezaban, otros simplemente mostraban cara de preocupación, otros de auténtica decepción…
Pero, llegadas las 18:30h, con el ocaso del sol y con poca luz, ¡¡¡empezó a salir agua con gran presión de la perforación!!! La alegría del pueblo fue máxima. Comenzaron todos a aplaudir y a alzar los brazos. Me miraban todos y se acercaban a tocarme y bendecirme. Nos os podéis hacer una idea de los agradecidos que estaban. ¡Esa expresión de alegría en sus caras!
¡¡El agua llegaba al fin a Sansi Gando!!
Ese chorro de agua saliendo del suelo suponía el cambio más grande que jamás había tenido el pueblo. Una fuente de agua limpia, al fin. Allí en el pueblo. Para ellos. Para librarles de ese agua marrón cargada de enfermedades, de diarreas, de bacterias, de miseria. Este nuevo pozo supondrá, quizá, la posibilidad de que algunas niñas del pueblo vayan a la escuela, al no tener que dedicar gran parte de su rutina a ir y venir al charco a coger agua. Supondrá, seguro, un aumento en la esperanza de vida de sus gentes. Menos niños enfermarán y podrán tener la oportunidad de, sencillamente, vivir. Si lo pensamos profundamente, es estremecedor el impacto que este agua que brota hoy va a tener en el desarrollo del pueblo desde ahora, y en su futuro.
Después de todo este subidón, teníamos que volver a Nikki. Volvimos en el camión con los perforadores, todavía en Shock y aturdidos por la cantidad emociones vividas en esa tarde histórica para el pueblo de Sansi Gando.
Por último, un 19 de Diciembre, volvimos a Sansi Gando. Era mi último día en Nikki. Al día siguiente debía volver hasta Cotonou, al sur, para coger el avión que nos traería de vuelta a España. Este día hicimos el ensayo de bombeo, para comprobar que, efectivamente, la cantidad y la calidad de agua que afloran del acuífero perforado por el pozo son suficientes y adecuadas para el consumo humano. Esta prueba se hace con una bomba eléctrica, diferente a la bomba de pie que se instalará definitivamente en unas semanas.
El pueblo sonreía y disfrutaba viendo el agua salir por la manguera, y aprovecharon la oportunidad para llenar los primeros barreños y baldes con el agua del subsuelo de Sansi Gando. Es impresionante pensar esto: ¡EL AGUA DE SANSI GANDO! Siempre ese agua estuvo bajo sus pies, pero el alto coste de la construcción de un pozo les impedía acceder a ella.
Era, verdaderamente un día histórico. Tanto, que la mujer más anciana del pueblo, con quizá 100 años, vino desde su casa de la que apenas salía para ver con sus propios ojos como el agua brotaba del nuevo pozo del pueblo. ¡Estaba tan contenta que incluso nos dedicó un baile!
Se acercaba la hora de irse, y con alguna lágrima en los ojos, pero con la gran satisfacción y agradecimiento de haber podido vivir aquello, nos despedimos de Sansi Gando, con emotivas miradas. Eternas miradas.
Una compañera de AUARA, Gabriela, me dijo antes de ir a Benín: “en África Subsahariana la gente mira como hace mucho que dejamos de mirar en el norte”. Y es cierto. Allí se mira diferente a los ojos. Se habla con ella. Y la última mirada que crucé con el delegaire del pueblo me creó un auténtico nudo en la garganta que incluso ahora escribiendo esto se me forma de nuevo. En su mirada me decía “Gracias. Siempre GRACIAS. Jamás olvidaremos la ayuda que nos habéis prestado”.
Quizá nunca vuelva a Sansi Gando. No lo sé, ojalá sí. Pero aunque nunca volviese, ese eterno “gracias” del pueblo Sansi Gando lo llevaré siempre conmigo. Y yo les estaré aún más agradecido por siempre, por todo lo que me permitieron vivir y la energía que me llevo de lo aprendido en esos pocos días con ellos.
En mi caso, tuve la oportunidad de vivir aquello en persona, y ver ese agradecimiento en sus ojos, pero todos los que estáis leyendo esto y ayudáis desde aquí debéis sentiros igualmente orgullosos y satisfechos, porque con vuestras acciones aquí, se repercute directamente en la vida de los de allí.
Por muchos más proyectos, muchas más sonrisas y muchas más agua.
Gracias a todos.