Nuestro mundo se seca

julio 20, 2022

Nuestro mundo se seca

“¡Qué calor!” 

Esta es, seguramente, la frase que más estamos repitiendo y escuchando estos días de julio. En todo el país, del sur al norte, no solo sufrimos las altas temperaturas los humanos, los animales y las plantas, sino también la tierra, que se seca, se resquebraja, se evapora. 

Desde hace días vemos, además, noticias alarmantes sobre la alarmante reducción de los recursos hídricos, esa agua que usamos para beber, para regar los campos o para lavarnos y refrescarnos: el nivel medio de los embalses está en torno al 44,39% de su capacidad total, un 9,2% por debajo de como estaban en el mismo periodo de 2021 y un 20% menos que hace diez años. 

Para colmo de males, estamos viviendo un periodo de escasez de precipitaciones a nivel generalizado. En España la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha comunicado ya que 2022 es el tercer año más seco del siglo XXI, y el cuarto desde 1961. El volumen medio de precipitaciones acumuladas entre el pasado 1 de octubre y el 28 de junio está un 25% por debajo del valor normal correspondiente a ese periodo. 

Aquí, Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y Región de Murcia son las comunidades autónomas más afectadas, y las que ya están sufriendo, por un lado, gravísimos incendios forestales (otra lacra de esta situación que se ha llevado ya por delante cerca de 63.000 hectáreas, cinco veces más que la media de los últimos años y casi tantas como en todo 2021), y por otra restricciones al llenado de piscinas, al regado de cultivos no esenciales o al cierre de fuentes urbanas, entre otras medidas. Pero desgraciadamente no estamos solos en esto. Nuestros vecinos europeos no lo pasan mucho mejor, como en el caso de Portugal, que ya ha declarado una sequía “extrema” o “grave” y que está sufriendo una ola de incendios, o de Italia, donde están preocupados por garantizar el agua potable para todos los ciudadanos. 

Menos agua = más hambre y pobreza

Y si en nuestra civilizada, canalizada y regulada parte del mundo estamos viviendo la mayor sequía en los últimos 1.200 años, según asegura un estudio publicado por Nature Geoscience para la Península Ibérica, imaginemos entonces cómo puede ser aún más abajo, en otros lugares donde habitualmente sufren de falta de acceso al agua. 

Aunque algunos aún recuerdan esos cortes de agua en los veranos de su niñez, en que se llenaban cubos y bañeras para estar cubiertos, lo cierto es que en España, a pesar de todo, estamos ‘mal acostumbrados’ a tener todo el agua que queremos, igual que sucede en la mayoría de los países desarrollados. Aquí, además, es barata (de media apenas representa un 1% del presupuesto familiar).

Muy distinta es la situación en el Cuerno de África: llevan ya cuatro años seguidos sin estación de lluvias, lo que ha desembocado hoy en la peor sequía registrada en cuatro décadas. Y con la falta de agua llega la hambruna (los cultivos se secan, el ganado se muere, suben los precios…). Es solo un ejemplo, pero no el único. Todavía en este siglo XXI, existen unos 489 millones de personas que no disponen de acceso a agua potable. La mitad de ellos, sí, viven en África, pero hay muchos más (la otra mitad) repartidos entre Asia y América Central y del Sur. Sigue siendo cierta la afirmación de que los más pobres son los que más sufren los efectos del calentamiento global (así lo afirma el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de Naciones Unidas) y, por ende, de esta ‘sed’ que sufrimos los seres vivos y los inertes a nivel global. 

No debemos descuidarnos. El futuro en este sentido es incierto y estamos tardando en concienciarnos de que, como dicen los eslóganes comerciales, “cada gota, cuenta”, y de que el agua es única y global para todos y tarde o temprano, nos afectarán las consecuencias de nuestros actos. Cuidar el agua, ahora que podemos, es un imperativo para nuestra sociedad. Tengámoslo siempre presente.