La tecnología como oportunidad de desarrollo en África

febrero 09, 2021

Foto estilo selfie de niños del Chad

La influencia de la tecnología no entiende de fronteras. Incluso en las zonas más remotas, pobres o deprimidas del planeta el teléfono móvil está presente como herramienta de uso común. Según datos del Observatorio Empresarial contra la Pobreza, el 70,4% de los habitantes de los 47 países menos desarrollados del mundo están abonados a un servicio de telefonía móvil. Pero, ¿qué sucede cuando las necesidades básicas no están cubiertas? En un continente como el africano, el más empobrecido del mundo, con cerca de la mitad de la población viviendo con menos de 2 dólares diarios y con la mayor parte de los niños en riesgo de pobreza extrema, ¿es realmente la llegada de la tecnología un debate pertinente? Posiblemente sí, veamos por qué.

Ya lo apuntaba un informe de la tecnológica Cisco hace unos pocos años: para 2021 se preveía que hubiera más gente en el mundo con un dispositivo móvil que con acceso a agua potable. Este estudio estimaba que este año 5.500 millones de personas estarían usando teléfonos móviles, mientras que solo 5.300 millones tendrían acceso a agua corriente. 

Más aún, sus predicciones apuntaban que para 2023 habrá 1,6 dispositivos conectados por persona en el mundo (2,9 dispositivos en Europa occidental, 3,3 en Estados Unidos y 1,1 en Oriente Medio y África) y que en Medio Oriente y África, un 35% de la población tendrá acceso a internet. En total, y teniendo en cuenta un volumen de población de 1.800 millones de personas en esta región, dentro de dos años habría 1.000 millones de dispositivos móviles (un 57%).

A esto se suma un dato demográfico: para 2050 se estima que un tercio de los jóvenes de todo el mundo vivirán en el África subsahariana (con una media de 24 años). Ellos, nativos digitales como en el resto del mundo, posiblemente dispondrán y utilizarán estas tecnologías, y serán no solo un enorme mercado potencial de consumidores para empresas multinacionales que pueden llegar a ellos por esta vía digital, sino también la mayor fuerza laboral a disposición de estas mismas empresas. 

El Índice de Salto Africano (African Leapfrog Index o ALI, por sus siglas en inglés), un estudio que busca cubrir los huecos de seis economías digitales en África, muestra cómo el continente tiene esta oportunidad sin precedentes de abrazar lo digital y saltar así hacia adelante.

Y sí, parece que según los expertos, en todo el continente africano ya hay más personas con acceso a un teléfono móvil que a una letrina o a agua limpia para beber. Respecto a ello tenemos (y tienen los gobiernos, las organizaciones humanitarias y los propios interesados) sentimientos encontrados. 

Si bien la pirámide de Maslow sigue bien vigente, y las necesidades llamadas biológicas o fisiológicas (agua y comida) son la base sin la cual es imposible construir el resto, la tecnología es, como decíamos al principio, algo ya ineludible para el desarrollo económico y social en todo el mundo actual. Disponer de un dispositivo móvil básico y una conexión de datos puede suponer un enorme impulso para los emprendedores y negocios locales, además de brindar importantes oportunidades formativas y culturales a los estudiantes, ayudando a estas comunidades a dar ese gran salto económico hacia la estabilidad y el crecimiento.

Así las cosas, no se trata de elegir entre la tecnología o un vaso de agua limpia y un plato de comida. Ambas cosas son importantes, y básicas, teniendo en cuenta las necesidades del mundo actual. 

Desde AUARA nos esforzamos por llevar agua allí donde se necesita porque el agua es esencial para la vida, y proporcionarles acceso a este recurso es esencial para el desarrollo. De lo que se trata, en fin, es de que en estas comunidades desfavorecidas la falta de agua (o de alimentos) no sea un problema, para que sus integrantes puedan estudiar, trabajar, emprender y, en fin, asegurar su futuro.

Las instituciones internacionales y locales en estos países también tienen mucho que hacer a la hora de asegurar los derechos y libertades digitales, así como las obligaciones y la seguridad de los ciudadanos. Sin olvidar las infraestructuras necesarias para que este salto digital (y económico) se produzca finalmente.

 




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