Desde hace unos años se está reivindicando cada vez con más fuerza el imprescindible papel que desempeña la mujer en la sociedad, en la empresa, los deportes, las ciencias, las artes… Pero también su aportación es de gran importancia en el mundo rural, y esta semana, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer Rural, queremos dedicarles a ellas nuestro reconocimiento.
Según Naciones Unidas, las mujeres agricultoras, ganaderas, granjeras, apicultoras y recolectoras de todo el mundo representan más de un tercio de la población mundial, y su participación en el sector primario está muy equilibrada con relación a los hombres, representando el 43% de la mano de obra agrícola.
En los países en vías de desarrollo su trabajo sostiene, literalmente, a sus comunidades, pero están por debajo de los hombres en cuanto a oportunidades profesionales e incluso en condiciones de salubridad, y en muchos casos ni siquiera tienen representación política. Ellas garantizan la alimentación de sus poblaciones y de buena parte del planeta, y sin embargo no sólo no se las reconoce, sino que son uno de los grupos más desfavorecidos por la pobreza y la falta de acceso a la educación, la asistencia sanitaria o a infraestructuras como agua y saneamiento.
Nada que ver, por supuesto, con la vida de la mujer rural del Primer Mundo, aunque también aquí es importante dar visibilidad al colectivo femenino.
Este año, Naciones Unidas ha dedicado el Día Internacional de la Mujer Rural a destacar el valor de tantas y tantas de estas mujeres a la hora de enfrentarse a la crisis climática, uniendo así dos grandes problemáticas de nuestro tiempo.
Ellas son las que más sufren las consecuencias del calentamiento global, que obviamente incide de forma más grave en el sector agrícola, con las correspondientes pérdidas de cosechas por sequías, inundaciones o daños. Y su papel es clave en la lucha contra el cambio climático, porque ellas hacen acopio de combustibles de biomasa, procesan los alimentos y bombean agua: sostenibilidad, regulación del ecosistema, cuidado del medio ambiente.
Como apunta el propio António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, “las mujeres rurales son depositarias de conocimientos y destrezas que pueden ayudar a las comunidades y sociedades a adaptarse a las consecuencias del cambio climático mediante soluciones basadas en la naturaleza y con baja emisión de carbono”.
Concretamente, la razón de ser de AUARA, ya lo sabéis, es esa gestión del agua que en muchas zonas del mundo afecta especialmente a las mujeres y las niñas. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones: son ellas las encargadas de traer el agua desde lejanos manantiales o fuentes, a veces incluso contaminadas, para abastecer a sus familias, tanto para el consumo como para el cultivo. Hasta el 80% de los hogares sin agua corriente dependen de sus mujeres para conseguirla, pero a ellas les impide dedicarse a otras actividades, como ir a la escuela o realizar otras tareas que mejoren sus oportunidades de futuro.
Facilitar el acceso a agua potable a esas comunidades supone una mejora en la calidad de vida de toda la comunidad, de los resultados de sus labores agrícolas y ganaderas. Pero sobre todo, aporta una mejora sustancial para la vida de sus mujeres: mejores condiciones de trabajo y más tiempo para dedicar a su educación y empoderamiento.
Seguiremos trabajando en proyectos que apoyen su labor. Por el bien de ellas, por el bien de todos.