La Fundación Jóvenes y Desarrollo es una de las aliadas de AUARA en nuestros proyectos de agua, saneamiento, agropecuarios y otros en los que el agua sea la base de la mejora. En Angola, concretamente, ya han colaborado con nosotros en proyectos como los saneamientos para la Escuela de Luena o la rehabilitación de pozos en Calunjinji y Chicala. Pero no solo ahí, también en Guatemala, junto a la Fundación Tomás Pascual, para el Mejoramiento del sistema de recolección y almacenamiento de agua en comunidad de la zona rural de Guatemala; o la construcción de un pozo con depósito en Tatale, Ghana. Y es que Jóvenes y Desarrollo está presente en más de 130 países como cooperantes que actúan, especialmente, en el área de la educación, “la mejor inversión para el desarrollo de los pueblos”.
Carlos Caballero Alemany ha sido durante 28 años responsable del departamento de Cooperación Internacional de la Fundación Jóvenes y Desarrollo y, desde 2022, es responsable del departamento de Alianzas de la Fundación. Hoy nos cuenta un poco más sobre su trabajo y sobre cómo agua y educación van de la mano
Jóvenes y Desarrollo es una Organización No Gubernamental sin ánimo de lucro presente en 136 países que forma parte del Movimiento Asociativo Salesianos. Nuestra finalidad es cooperar por un desarrollo sostenible, humano, social y económico que contribuya a la erradicación de la pobreza en el mundo, con especial atención a la infancia y a la juventud. Para nosotros la Educación es el sector prioritario y más representativo en el que operamos, no en vano es considerado como “la mejor inversión para el desarrollo de los pueblos”.
La educación es un derecho humano, lo que justificaría por sí solo la actuación en este ámbito, pero además es un elemento fundamental para la erradicación de la pobreza y el desarrollo humano y económico sostenible. Su ausencia, por tanto, es sinónimo de pobreza, en tanto que priva a la persona de un elemento fundamental de bienestar que no sólo incide sobre muchos otros factores relativos a la salud, el nivel de ingresos, la movilidad social, la igualdad entre hombres y mujeres o la conservación del medio ambiente, sino que también impide el ejercicio pleno de la ciudadanía y la formación para la participación en los asuntos públicos.
Todos los informes indican que el progreso de la educación sigue estancado a nivel mundial, así que podemos decir que hay una crisis del aprendizaje. Datos recientes de la UNESCO muestran que el número de niños sin escolarizar a escala mundial asciende a 250 millones (6 millones más que en 2021), más o menos el 16 % de los niños y jóvenes de todo el mundo.
La educación permite ofrecer a los miembros de una comunidad las competencias humanas y profesionales para facilitarles un desarrollo humano integral. Desde JyD la abordamos desde un enfoque basado en los Derechos Humanos, lo que significa actuar desde tres frentes:
Sin lugar a dudas en los países de África Subsahariana, que es la región donde la tasa de no escolarización es mucho mayor y donde se concentra cerca del 30% de los niños sin escolarizar del mundo (19,7 % en Primaria, 34,2% en el primer ciclo de Secundaria y 49% en el segundo ciclo de Secundaria), frente al 9,4%, 14,4% y 30,1% en la media del mundo. 1 de cada 5 niños africanos no asiste a la escuela (19,7%) y solo la mitad asiste al segundo ciclo de secundaria.
En África Subsahariana 325 millones de personas no tienen acceso al agua potable, lo que supone que más de 2 de cada 5 personas que carecen de acceso a nivel mundial sean de esta región. En el caso de las mujeres y las niñas, especialmente, recoger agua reduce el tiempo que pueden dedicar al cuidado de sus familias y, por supuesto, al estudio.
Asimismo, lograr la educación primaria y secundaria gratuitas para todos los niños depende de que tengan acceso a agua apta para el consumo y a instalaciones de saneamiento y requiere entornos seguros y libres de violencia contra los niños.
El acceso a agua potable de calidad, el saneamiento y la mejora en la higiene es esencial para reducir la mortalidad infantil, reducir la pobreza, garantizar la seguridad alimentaria y ampliar la esperanza de vida de las comunidades en las que desarrollamos proyectos de agua, saneamiento e higiene.