Lo podemos llamar esfuerzo, compromiso, trabajo incansable… pero es lo que convierte proyectos, ideas e intenciones en realidades.
Puede que tengamos un problema con la inmediatez y con la comodidad. Hoy todo es inmediato. Si quiero algo, lo tengo al instante. En mi móvil tengo toda la música del planeta accesible, todas las películas, los libros, los contactos...
Ahora mismo. Y si hay algo que no puedo tener en el móvil, me lo traen a donde esté en 30 minutos. El riesgo es caer en la conclusión, consciente o inconsciente, de que la vida es inmediatez. Y la realidad con las cosas más importantes y significativas de la vida es que no son inmediatas, sino que requieren tiempo y esfuerzo. Mucho esfuerzo. Todo lo que es significativo en nuestra vida, todo lo que tiene valor, todo lo que nos llena requiere esfuerzo. No siempre, pero muchas veces el valor de las cosas es proporcional al esfuerzo. De hecho, el mismo logro puede tener un inmenso valor si nos ha requerido un gran esfuerzo, o ser despreciable porque lo hemos conseguido inmediatamente.
Lo que estoy diciendo es relativamente obvio, pero son esas obviedades que se nos olvidan en nuestro día a día porque las damos por hecho.
Y esta reflexión es fundamental en los momentos difíciles. Cuando estás desesperado porque tu esfuerzo parece no conducir a ningún lugar, cuando crees que estás perdiendo el tiempo porque tu esfuerzo no tiene frutos, es en esos momentos cuando es importante volver a los conceptos fundamentales.
El esfuerzo, cuando es por algo bueno, merece la pena en sí mismo. Y aunque es cierto que hay guerras perdidas o condenadas a perderse, y es mejor evitar el esfuerzo en muchas ocasiones, cuando la convicción nos llama, tenemos que responder con esfuerzo, con compromiso. Lo que no lleva a ningún sitio es la convicción acomodada. El profeta de salón o de bar.
Una de las experiencias más enriquecedoras e ilustrativas que he tenido en los últimos años es conocer a personas que han construido grandes proyectos, ya sean empresarios, cooperantes, misioneros o simplemente padres y madres de familia.
Y lo que todos tienen en común es que han tenido que esforzarse hasta el punto de la locura y que se han encontrado varias veces con esos momentos en los que parece que el esfuerzo no tiene sentido. Momentos en los que literalmente te sientes absurdo por esforzarte.
Pero si han llegado a donde están es porque han tenido fe y al día siguiente se han levantado de la cama y han vuelto a esforzarse por sacar sus proyectos adelante. El esfuerzo nunca garantiza el éxito, pero es condición necesaria. Y si no hay éxito, muchas veces el haberte esforzado, el haberte superado a ti mismo y el haber ido más allá de tus límites, ya es un éxito en sí mismo.
De entre dos personas arruinadas o fracasadas en sus proyectos, prefiero ser la que lo intentó y puso el gran esfuerzo, que la que fracasó porque nunca supo esforzarse.