La educación es un derecho. Todos los que estáis leyendo este artículo probablemente estáis de acuerdo. También nos arriesgamos a aventurar que todos vosotros habéis tenido acceso a ella, de manera libre, segura, cerca de casa, con comedor, baños y fuentes para beber en el recreo. Pero no siempre es así. No en vano la educación forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, concretamente como el ODS 4, que pretende “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover las oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. Pero todavía queda mucho camino por recorrer.
Y para lograrlo hacen falta medios, compromiso de los poderes públicos (en las comunidades afectadas y también a nivel internacional), y se necesita, por supuesto, infraestructuras seguras y adecuadas. En el Día Internacional de la Educación, que la UNESCO celebra cada 24 de enero, queremos llamar la atención sobre estas últimas. Precisamente, el último informe Joint Monitoring Programme (JMP) de la OMS y UNICEF se pone de manifiesto que un 43% de las escuelas de todo el mundo ya carecía de acceso a un lavado de manos básico en 2019 (más de 800 millones de niños en todo el mundo, un tercio de ellos en el África Subsahariana). Está claro que las medidas de higiene y sanidad son esenciales para el desarrollo de los niños y jóvenes, y esto no ha llegado con el COVID-19, pero su llegada lo ha agravado.
Pero la situación es realmente grave por razones mucho más profundas y que vienen de más atrás. Según los datos de este mismo informe, uno de cada tres colegios de todo el mundo (seguramente, ninguno de los que tenemos cerca de casa) tiene un acceso limitado (o totalmente inexistente) a agua potable para beber. Y si eso es así, sucede seguramente en comunidades donde el agua escasea, donde esos niños, además, pueden ser los encargados de llevarla a sus casas desde fuentes o manantiales que muchas veces están alejados varios kilómetros, con lo que su asistencia al colegio se ve también afectada.
Actualmente un 76% de los proyectos de AUARA para llevar agua allí donde se necesita han tenido lugar en colegios, instalando tanques, pozos o letrinas, para asegurar no solo la higiene e hidratación básica de estos niños, sino también su escolarización y, con ella, su futuro.
Tenemos muy presente que actualmente hay más de 260 millones de menores que no están escolarizados, de los que una gran mayoría no sabe leer ni manejar las reglas aritméticas básicas. Y queremos hacer una mención especial a todas esas niñas del África Subsahariana que no tienen la oportunidad de completar sus estudios casi exclusivamente por razones de género; y también a los niños y jóvenes que viven en campamentos de refugiados (cerca de 4 millones en todo el mundo) que no pueden asistir a la escuela. Por todos ellos, recordemos que aprender es evolucionar, y que el mundo necesita nuevas generaciones con ganas y, sobre todo, con oportunidades.