Este domingo 5 de mayo celebramos en España el Día de la Madre, coincidiendo con algunos países como Angola, Mozambique o Portugal. La fecha varía según la región del mundo, siendo fija en países como Rusia, Vietnam o Burkina Faso (el 8 de marzo, el mismo Día de la Mujer) y variable en la mayoría, desde Estados Unidos a Perú, pasando por Japón o Jamaica (el segundo domingo de mayo). Se trata, sin duda, de una fecha señalada que celebra el origen mismo de la vida: la maternidad, los vínculos familiares y, cómo no, la influencia de las madres en la sociedad.
Lo que representa una madre es similar en cualquier parte del mundo: el cariño, el cuidado, el apoyo a los hijos… Solo que algunas tienen mucho más difícil que otras llevar a cabo su papel de criar, cuidar y hacer crecer y desarrollarse a su prole. En muchos países en vías de desarrollo, las mujeres, la mayoría de ellas madres -hay que recordar que el control de natalidad en estas zonas suele ser escaso-, no solo tienen la tarea de cuidar de su familia, sino también de llevar la economía del hogar y de mejorar su comunidad.
En muchos casos trabajan en el campo y cuidan a los animales, son agricultoras, granjeras, ganaderas o apicultoras. Según un informe de la FAO, el 43% de las frutas y vegetales que consumimos ha sido producido por una mujer agricultora (es una media mundial, y por supuesto, hay importantes diferencias regionales). Algunos estudios apuntan que las mujeres trabajan cerca de la mitad de las pequeñas granjas de todo el mundo, y producen hasta el 70% de todos los alimentos de África.
Así, además de preparar la comida o de caminar varios kilómetros en busca de agua (pudiendo emplear en esta tarea más de cuatro horas diarias), las mujeres en estos entornos rurales tienen otras muchas tareas, frecuentemente durísimas y mal remuneradas, como sembrar o recolectar. Por eso queremos dedicar nuestro reconocimiento a todas estas mujeres, en general invisibles para la sociedad a pesar de dejarse la piel para cultivar las frutas y verduras, para criar y ordeñar ganado o para atender a las abejas que producen lo que consumimos.
Para colmo, en muchos países ni siquiera pueden ser consideradas propietarias de los animales que crían o los terrenos que trabajan. Las leyes impiden que una mujer tenga propiedades o explote un negocio, a pesar de que la FAO afirma que si las mujeres tuvieran el mismo acceso a la tierra, la tecnología, los servicios financieros, la educación o los mercados que los hombres, la producción agrícola se incrementaría sensiblemente, y con ella se reduciría el hambre hasta en 100 millones de personas.
Y a pesar de todo, esas mujeres, esas madres, siguen trabajando incansablemente por la supervivencia de sus comunidades. En AUARA luchamos para facilitar el acceso al agua potable en muchas partes del mundo en las que aún no lo es. Trabajamos para potenciar la higiene, la sanidad y la educación, y somos conscientes de que uno de los resultados más importantes de todo este trabajo es su impacto positivo en la mujer, en su independencia y en la mejora de su calidad de vida dentro de la familia.
Gracias a todas las madres del mundo, sobre todo a esas madres invisibles, por ser el pilar de la vida y la esperanza de las sociedades.