Cada año por estas fechas suena la Campana de la Paz en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Una ceremonia solemne que preside el secretario general del organismo, António Guterres, para conmemorar el Día Internacional de la Paz y recordar a todo el mundo la necesidad de hacer algo en su entorno más cercano para conseguirlo. El lema elegido para este año es “Pon fin al racismo. Construye la paz”, en un nuevo intento de conseguir un planeta libre de esta lacra de la discriminación racial, uno de los múltiples motivos por los que se generan todo tipo de conflictos en nuestra sociedad.
La lucha contra el racismo es un objetivo en el que debemos trabajar cada día, y por eso desde la ONU hacen un llamamiento para construir sociedades en las que todas las personas sientan la libertad de poder desarrollarse de manera libre y en igualdad, sin que su raza sea un perjuicio o inconveniente. Porque por desgracia, y tal y como ha declarado Guterres al respecto, “el racismo sigue envenenando las instituciones, las estructuras sociales y la vida cotidiana en todas las sociedades”.
Éste sería uno de los puntos que abordar para lograr una paz verdadera y prolongada en el tiempo. Pero ojalá fuera el único, ya que hay otros conflictos que generan guerras e injusticias a lo largo y ancho del planeta.
Otro de ellos tiene que ver con la falta de agua potable, uno de los problemas más graves a los que se enfrenta el ser humano en la actualidad y que no tiene visos de poder resolverse a corto o medio plazo por el constante aumento demográfico y las nefastas consecuencias del cambio climático, entre otras razones. La escasez de agua afecta aproximadamente al 40% de la población mundial, según la ONU, con especial incidencia en Oriente Medio y el Norte de África, según el World Resources Institute.
En África, continente cuya situación AUARA conoce bien, hablamos no sólo del problema de la falta de agua sino también de infraestructuras para poder garantizar una buena gestión de los recursos hídricos, con los consiguientes problemas que ello acarrea entre la población.
Otras guerras que ‘olvidamos’
Pero hay otros problemas activos en otros lugares del mundo que no tienen que ver con el uso o la escasez del agua y que nos impiden vivir en paz. Lo estamos viendo a diario en los medios de comunicación, que recogen la situación en la guerra en Ucrania tras la invasión rusa, sin olvidar otros que cada vez quedan más olvidados como el de Yemen, con una guerra que dura ya 8 años y en la que más de 200.000 personas han perdido la vida, o Myanmar, con más de 10.000 fallecidos por un conflicto iniciado tras el golpe de Estado del Ejército el año pasado.
La situación en Haití, devastada por las continuas crisis políticas y los continuos desastres naturales, en Afganistán, tras la toma de poder de los talibanes hace poco más de un año, y en Etiopía, desangrándose tras más de un año de enfrentamiento armado entre el Ejército y fuerzas de la región de Tigray, al norte del país, son también otros ejemplos de las guerras o conflictos que amenazan por desgracia la paz a nivel mundial.
Y aunque a muchos les suene muy lejos o piensen que hablamos de conflictos que no nos afectan, en realidad todos formamos parte del mismo mundo y de lo que se trata es de buscar una excusa para aportar nuestro granito de arena para mejorarlo.
Qué mejor momento que aprovechar este Día Internacional de la Paz para conocer qué podemos hacer en ONG o fundaciones que trabajan con este objetivo, por ejemplo, y que tenemos cerca de casa. O reflexionar sobre películas basadas en hechos reales que aborden esta temática. Por citar sólo una par de ellas: “Feliz Navidad”, estrenada en 2005 y basada en una historia real, nos cuenta cómo soldados alemanes, franceses y escoceses en la I Guerra Mundial acordaron un alto el fuego para celebrar la Nochebuena juntos y en paz; O “Gandhi”, estrenada en 1982 y un claro ejemplo de cómo se puede luchar por la paz y contra las injusticias de forma pacífica.
Es necesario que desde la ONU y otros organismos de renombre se actúe para conseguir la paz a nivel mundial, pero también es importante que cada uno miremos hacia nuestro interior y nos preguntemos: ¿cuál es la mejor forma de utilizar nuestra voz y herramientas para convertirnos en agentes del cambio por la paz?