Llevo mucho tiempo preguntándome por qué en las sociedades más acomodadas perdemos el sentido de la vida tan fácilmente. ¿Por qué hay tanta gente infeliz en los países ricos? Entendiendo la infelicidad como la pérdida de sentido y de propósito vitales.
Y últimamente he llegado a la conclusión de que el ser humano necesita dinámica y evolución para dar sentido a su vida. Necesita proyectos, necesita construir. Y en la medida en la que construye, y construye cosas buenas, encuentra sentido y significado a su vida.
Construir en un término amplio. Construirse a sí mismo, construir una familia, construir un entorno social,un entorno laboral, un planeta. Y cuando necesita dejar de construir, porque también es necesario descansar, entonces habita todo ese entorno que ha construido (su familia, su casa, su planeta o su propia conciencia).
Pero no puede descansar demasiado, pronto siente la necesidad de seguir construyendo. Incluso los místicos y los monjes de distintas religiones a lo largo de la historia han sido conscientes de la necesidad de construir además de rezar (“ora et labora”).
Quizás por eso somos una especie que no deja de evolucionar, que construye sociedades, edificios, ciudades, empresas, organizaciones, sistemas, leyes, tratados… que construye incluso obras de arte que no tienen ninguna utilidad aparente, es decir, que construye por el mero hecho de construir, porque necesitamos construir.
La persona que no construye algo en su día a día, termina por no soportar su día a día. Comienza a autodestruirse por falta de propósito.
Pero la persona que se dedica a construir algo que no es bueno, no soporta salir de su día a día. No soporta la intimidad, la familia, la soledad. No soporta salir del bucle de la vida diaria. Porque lo que ha construido no es bueno, y cuando deja de construir, no tiene nada bueno que disfrutar, no tiene ningún lugar bueno que habitar.
Por eso hay personas que no soportan las vacaciones, que no soportan pasar tiempo con su familia, parar, reflexionar, mirar hacia dentro. Porque no han construido nada bueno en esos ámbitos. Así que huyen de todo ese vacío a través del trabajo, porque es lo único que saben construir, sin mirar demasiado lo que hacen, preocupados solo en seguir haciendo algo para tener una distracción constante.
En los lugares en los que las personas dejan de construir porque la vida es aparentemente fácil, porque los trabajos son monótonos y no tienen un propósito, porque las necesidades básicas están cubiertas y no se aspira a nada más, llegan los vacíos de sentido y de propósito más grandes, mientras que en aquellos lugares en los que la vida es un reto diario y es necesario construir para sobrevivir, no hay lugar a vacíos.
Esto no significa que sea malo vivir en sociedades acomodadas, lo que significa es que, más que nunca, en estas sociedades necesitamos encontrar cosas buenas que construir, propósitos, proyectos. Porque cuando las cosas funcionan aparentemente sin prestarles atención y dejamos de construir algo significativo, algo que merezca la pena, dejamos que el sentido de la vida muera, y corremos el riesgo de destruir aquello que ya estaba construido.
Desde la humildad de quien sabe poco y busca mucho, creo que el sentido de la vida no está en la comodidad ni en el placer, y mucho menos en el dinero, sino más bien en el continuo compromiso y esfuerzo por construir un mundo mejor. En todos los ámbitos. Construyamos.