Nuestro planeta está compuesto en un 70% de agua aproximadamente, y sin embargo, solo el 3,5% de esa cantidad es agua dulce y por tanto apta para el consumo y uso humano. Tal vez hace unos cientos de años era suficiente, pero cada vez más vemos cómo empieza a ser un bien tan escaso, valioso y mal distribuido como el oro, el petróleo o, ahora, la gestión de los datos personales. La diferencia de todos ellos con el agua es que ésta es imprescindible para la vida y, hasta ahora, a disposición (más o menos libre, siempre que se tenga acceso) de todos los seres vivos.
Hace unas semanas saltó la polémica cuando se anunció que ha empezado a cotizar en la bolsa en Estados Unidos en el mercado de futuros de Wall Street en base al índice Nasdaq Veles California Water (NQH2O). Esto es algo habitual con otras materias primas como el petróleo, el café o el trigo, y significa que los inversores pueden comprar concesiones o derechos de uso de ciertas fuentes, embalses, etc. Es decir, lo que se compra y vende aquí no son litros de agua, sino el derecho a pagar un determinado precio por su utilización, ya sea el regadío, el suministro de una industria, etc.
Es cierto que el mercado de futuros, como su nombre indica, no opera de manera inmediata, sino a largo plazo, así que ‘comprar estas opciones’ si pensamos que nuestra zona va a estar destinada a sufrir sequías en los próximos años (cosa que ahora podemos predecir de manera relativamente fiable) puede resultar positivo. Y tengamos en cuenta también que Estados Unidos, concretamente el estado de California, es el único por el momento que ha legalizado y permitido esta gestión es un lugar democrático y que, en teoría, garantiza las necesidades básicas de sus ciudadanos.
La ‘buena’ teoría detrás todo esto es que gestionar el agua de este modo puede servir para que los lugares o gestores con excedentes de agua, o sencillamente con recursos suficientes tengan un incentivo para ahorrar y tratar de realizar una gestión más eficiente, ya que podrán negociar en los mercados con ella y utilizar su beneficio para mejorar las infraestructuras y su conservación.
Pero, ¿qué sucedería, por ejemplo, si el agua cotizara a futuro en zonas en las que el líquido elemento fuera más escaso como en África o en Asia? No podemos hacer hipótesis sobre el futuro, pero lo que no sería bueno es que acentuara, aún más, las desigualdades entre las personas que no tienen acceso a agua potable y saneamiento y tienen que caminar horas para poder disponer de ella.
Muy probablemente el cambio climático no hará sino acentuar la escasez, con más lugares en riesgo de sequía y más poblaciones con déficit de agua, con más demanda y un peor reparto en términos sociales equitativos. Desde AUARA, nuestra preocupación es el bienestar de todas las personas en términos hídricos, y que se respete el ODS 6 que promueve Agua Limpia y Saneamiento para todos, sea cual sea su origen, nivel económico o situación social. Sin duda estaremos muy atentos a la evolución de este índice y sus posibles repercusiones en otros lugares del mundo.