Temperaturas más altas que nunca en meses supuestamente templados, huracanes como Milton que se llevan por delante todo lo que encuentran a su paso por Florida, DANA tras DANA, incendios, subida del nivel del mar, monzones intensos, frío o calor cuando ‘no toca’. El clima está cambiando y no para bien. Peor aún, aunque ya hay más de 3.500 millones de personas que viven en zonas vulnerables por el cambio climático, según los expertos, este aún no ha llegado a su peor fase.
Y el problema no se queda solo en la devastación causada por los vientos, las lluvias o la sequía. La pérdida de biodiversidad es una de sus consecuencias más directas: más de un millón de especies están hoy en peligro de extinción. Y con ella, los problemas sociales derivados de migraciones masivas, hambre, pobreza, etc.
El aumento de las emisiones de efecto invernadero es uno de los principales causantes de que este cambio climático se acelere, aunque no el único. También influyen la deforestación, la agricultura intensiva y, por supuesto, la contaminación (no solo en CO2) del transporte y la industria.
El objetivo es limitar este calentamiento global a ‘solo’ un grado y medio por encima de los niveles preindustriales -se considera que menos es imposible-, y cada décima cuenta: entre un aumento de 1,5º y uno de 2º de temperatura, el nivel del mar subiría 10 cm y perderíamos prácticamente todos los arrecifes de coral (ya de por sí muy amenazados actualmente). Para llegar a ese objetivo en la fecha estipulada por la Agenda 2030 deberíamos estar ya reduciendo las emisiones a la mitad, algo que parece más que difícil porque supondría alcanzar, desde ya, el net-zero en todos los países y sectores. A día de hoy, ni siquiera podemos calcular las consecuencias de que este aumento continúe.
El mundo está de acuerdo en que hay que hacer algo. Así lo firmaron la mayoría de los países en los Acuerdos de París. En la Unión Europea la Comisión está tomando medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 55% en 2030 respecto a los niveles de 1990, lo que convertiría a la región en el primer continente neutral en cuanto a clima en 2050. Sigue sin ser, probablemente, suficiente.
El Día Internacional de Acción por el Clima se celebra cada 24 de octubre para llamar la atención y concienciar acerca de la urgente necesidad de hacer algo, de que hagamos algo, por preservar la biodiversidad, reducir las emisiones y buscar un futuro más verde y sostenible desde todos y para todos. Decisiones como priorizar el tren por encima del avión, como comer productos de proximidad o limitar las emisiones de los edificios suponen mucho a nivel individual. Incluso las prácticas de greenwashing, como el plantado de unos pocos árboles o una carrera popular ‘por el cambio climático’ sirven de algo.
Cada gota de agua, como decimos en AUARA, cuenta. #BetheChange