Reciclas confiando y contaminas más sin saberlo

febrero 19, 2025

Reciclas confiando y contaminas más sin saberlo

Imagina que un día te deshaces de tu viejo móvil. Lo llevas a un punto limpio con la conciencia tranquila, pensando que acabará reciclado de forma responsable. Pero, sin que lo sepas, ese mismo dispositivo comienza un viaje oscuro. Atravesará océanos, cruzará fronteras y terminará en un enorme vertedero de Agbogbloshie en Acra (Ghana), donde los niños descalzos buscan entre montañas de chatarra algo que puedan vender para sobrevivir. No suena muy distinto a la trama de una película distópica, pero es la realidad.

Muchas de esas cosas con las que no sabemos qué hacer y que además son peligrosas (cadmio, mercurio, plomo…) acaban, a través de agujeros legales y fronteras dudosas, allí donde no las vemos, donde no pueden hacernos daño o, al menos, donde podemos olvidar que existen. Y más concretamente desde nuestra querida Unión Europea.

Un experimento de la Fundación EQUO, que consistió en rastrear dispositivos desechados de distintos países mediante un GPS, encontró que aun a pesar de haber sido depositados en puntos limpios, acabó en países africanos o asiáticos como la propia Ghana, Nigeria, Tailandia o Pakistán. En total, se calcula que más de 350.000 toneladas por año de residuos electrónicos europeos se mueven cada año a países en desarrollo. Y no solo desde Europa: según datos de Naciones Unidas, en todo el mundo se generan 62.000 millones de residuos electrónicos y tres cuartas partes de ellos acaba en África. Nuestro continente es el principal productor de esta basura, y España tiene el dudoso honor de superar la media de la región, en cuarto lugar tras Alemania, Francia e Italia. 

Y no es solo el contaminante recorrido (presumiblemente en contenedores llenos de basura de todo tipo) de miles de kilómetros hasta esos lejanos destinos donde el reciclaje es una utopía, sino que además el solo hecho de ‘permanecer’, supone un grave perjuicio para la población local. Una sola batería de níquel-cadmio de telefonía móvil puede contaminar hasta 50.000 litros de agua, y un televisor, hasta 80.000 litros. Esa agua que para nosotros es tan fácil como abrir un grifo, para muchas comunidades de África es un recurso escaso, cada vez más envenenado por la basura del resto del mundo. Y todo ello sin contar con la falta de seguridad de las personas que ‘trabajan’ en vertederos como el de Ghana sin ninguna protección ni física (caídas, golpes, desprendimientos) ni higiénica (polución, materiales peligrosos).

No se trata de demonizar la tecnología. Nos conecta, nos facilita la vida, nos permite escribir este artículo y que tú lo leas. Pero su producción y descarte tienen consecuencias. Y lo preocupante es que el problema está creciendo.

Con el aumento de la inteligencia artificial, el 5G y nuevos dispositivos , la cantidad de residuos electrónicos se multiplicará en la próxima década. Estamos acelerando hacia un futuro donde la basura digital puede convertirse en un enemigo más grande que el plástico.

Conocer la situación es, claro, el primer paso de la solución, pero no la eliminación del problema. Ya se han realizado intentos, por supuesto, como el Convenio de Basilea, para controlar los Movimientos Transfronterizos de los Desechos Peligrosos y su Eliminación, pero las fronteras africanas siguen siendo un coladero. Existen, por supuesto, iniciativas en el sentido contrario, porque reciclados, recuperados y bien tratados, la mayoría de los componentes de estos dispositivos electrónicos pueden ser valiosos: 55.000 millones de euros anuales, según cálculos del PNUMA.


Y la basura sigue y sigue

Según la publicación What a Waste 2.0 del Banco Mundial una persona genera, en promedio, 1,11 kilos de basura al día. Eso quiere decir que una familia de cuatro personas podría llegar a generar hasta 1,6 toneladas en un año. De ellos, gran parte son plásticos, de los que apenas se recicla el 10% y que en buena parte terminan  en lagos, ríos y mares. Y aumentando. El informe What a Waste 2.0 afirma que para 2050 el mundo estará generando 3.400 millones de toneladas de basura al año, la gran mayoría desde los 30 países más desarrollados.

Pero aquí viene la buena noticia: aún estamos a tiempo de cambiar esta historia. Cada pequeña acción suma. Separar la basura ayuda, reciclar es imprescindible, pero el verdadero cambio empieza cuando reducimos lo que consumimos no solo tecnología, piezas, ropa, envases innecesarios y en definitiva transformar nuestra mentalidad.

Imagínalo: un mundo donde la tecnología no sea un residuo tóxico, sino un recurso infinito. Donde cada objeto tenga más de una vida y la basura deje de ser basura. La economía circular no es una utopía, es una realidad en construcción, y tú puedes ser parte de ella.

Porque la contaminación no es un problema de otros. Es un desafío global, ¿Y si en lugar de preguntarnos qué mundo dejaremos a las próximas generaciones, empezamos a preguntarnos qué decisiones podemos tomar hoy para que ese mundo sea mejor?




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