El agua dulce, limpia y aprovechable para beber, cultivar y limpiar (apenas un 0,5% de toda la que hay en el planeta) se está convirtiendo en un bien escaso. Debería ser suficiente, pero la explosión demográfica, la falta de infraestructuras en muchos lugares, los conflictos sobre ella o que la usan como arma y, por supuesto, el cambio climático hacen que hoy más de 2.000 millones de personas en el planeta carezcan de agua potable gestionada de manera segura. Y cada vez más.
Porque el agua es motivo de conflicto, y más aún lo es su falta. El World Resources Institute prevé que tan pronto como en 2040, casi una quinta parte de los países del mundo (entre los que se incluye España) sufrirán algún tipo de estrés hídrico y recortes del suministro. Y sorprendentemente no es África, sino Oriente Medio, la región del mundo más vulnerable: 14 de los 33 países que tienen más posibilidades de enfrentarse a recortes de suministro están en esa zona (Bahrein, Kuwait, Palestina…). También otros del llamado ‘primer mundo’ como Estados Unidos o China. Son países, en general, especialmente castigados por el cambio climático, lo que provoca sequías, fenómenos meteorológicos extremos que pueden llegar a contaminar las fuentes de agua para el consumo humano o destrucción de las pocas infraestructuras que hay y, de nuevo, conflictos por acceder a la poca agua disponible. A ello se une, como decíamos, el crecimiento exponencial de la población especialmente en zonas como el África Subsahariana y en Asia del Sur, donde se espera que esta tendencia tenga la mayor incidencia durante todo el siglo XXI llegando a concentrar alrededor de la mitad de la población mundial para 2100.
Un recurso básico e indispensable para la vida como este debería estar al alcance de todos de manera justa, equilibrada y segura. Y esta palabra -segura- es la clave. Especialmente en este año 2024 en que tanto el Día Mundial del Agua de Naciones Unidas, con el lema ‘Agua para la paz’, como la Semana Mundial del Agua con el muy similar: ‘Uniendo fronteras: agua para un futuro sostenible y en paz’ se preocupan por ello.
La World Water Week se celebra cada mes de agosto en Estocolmo desde 1991 para hablar sobre agua, problemas y soluciones. Como cada año, en estos días empresas, gobiernos, organizaciones no gubernamentales y expertos debaten y analizan juntos los principales retos relacionados con el agua a los que se enfrenta la humanidad. ¡Que son muchos! Desde la agricultura a la salud, desde la tecnología hasta la amenaza climática pasando, por supuesto, por la falta de ella en muchos lugares del mundo (cada vez más, desgraciadamente) y las terribles consecuencias que esto acarrea para la vida.
Y es que el agua, que ha sido disputada y utilizada en numerosas ocasiones a lo largo de la historia para hacer daño (bombardeando depósitos, contaminando fuentes, etc.), puede ser también un poderosísimo instrumento de paz y, sobre todo en los tiempos que corren, de sostenibilidad. Por eso no debemos recrearnos en el problema, sino avanzar en la solución. Proteger el agua y su acceso libre y seguro es responsabilidad de todos nosotros, y para eso tenemos que empezar por cuidarla desde nuestra casa, evitando malgastar, favoreciendo un uso responsable y una educación para el futuro.
Porque si protegemos el acceso al agua para todos, estaremos protegiendo también el medio ambiente. Y es que el agua -una gestión equilibrada y justa- es sin duda la solución para abordar los mayores retos del mundo y a entender el papel que juega en la lucha contra el cambio climático, la pobreza y la pérdida de biodiversidad es el primer paso para utilizarla como arma de paz y de vida.