Desde que somos pequeños sabemos que el modo más corto de conectar dos puntos es una línea recta, y quizá con ello creemos entender que la recta es el mejor modo de llegar de un punto a otro. Sin embargo la geometría y la vida tienen muchas más figuras: parábolas, elipses, espirales, tangentes… Y así, por la tangente me he encontrado con AUARA, el agua con valores.
Hace ya muchos milenios que pende sobre la humanidad una grave pregunta: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Es una pregunta, con sólo dos respuestas e infinitas consecuencias; y es una pregunta que todos contestamos cada día, con nuestras vidas a través de la indiferencia y la compasión. No hace falta decir cuál es cual.
Encontrarte, aunque sea por la tangente, con AUARA y conocer lo que hacen, cómo lo hacen y la pasión con que lo hacen, es encontrarte con un grupo de gente que ha decidido vivir con compasión, pero de manera inteligente, libre, profundamente responsable e inspiradora.
Inteligente porque han entendido que el mundo funciona mejor cuando todos ganan, cuando distribuyes riqueza porque la has creado antes. Por eso son una empresa social, rara pero hermosa avis. Libre y responsable, porque viven como quién sabe que sí son responsables de sus hermanos (cercanos y lejanos), de su sociedad y de su planeta. No, nadie arreglará el mundo en nuestro lugar, porque los gobiernos y organismos internacionales son incapaces de compasión, lo que cada uno deje de hacer por los demás, nadie lo hará por él. Es la máxima de quien, sabiéndolo o no, se hace cargo de su libertad con todos sus matices.
Inspiradora. Lo pongo en un aparte porque lo merece. A veces creemos que para cambiar el mundo hay que inventar el hilo negro o que tenemos que arreglarlo de arriba a abajo y por eso, nos invade la parálisis. Embotellar agua y distribuirla no tiene, en sí, nada de nuevo. Financiar proyectos solidarios, tampoco. Pero quizá lo nuevo e inspirador de esta empresa sea el cómo lo hace: relacionando íntimamente su negocio con su modo de cambiar el mundo, construyendo pozos allí con nuestros sorbos de aquí; ayudándonos a agradecer cosas tan cotidianas como un vaso de agua limpia; demostrando que incluso beberse un vaso de agua es algo que se puede hacer de manera más responsable, más agradecida, más compasiva.
Pareciera como si en cada botella hubiesen decidido meter un poquito de sus conciencias.