En el mundo hay crisis constantemente. Desde conflictos armados con miles de damnificados, heridos y refugiados, hasta eventos climatológicos extremos que arrasan casas, cosechas y vidas. También situaciones de crisis constante, como el hambre y la sequía, como la falta de sistemas de salud o educación, como epidemias para las que no se tiene acceso a medicinas o segregación por etnia o género… Son muchas, ¡muchísimas!, las personas que sufren en el mundo. Y también, afortunadamente, son muchas las que ayudan a aliviar, aunque sea un poco, ese sufrimiento. Son los imprescindibles trabajadores humanitarios.
La ayuda humanitaria es, por explicarlo de forma simple, un trabajo de personas para las personas, para aliviar ese sufrimiento de algún modo con asistencia, recursos o sencillamente compañía. La necesidad de asistencia humanitaria está presente prácticamente en todos los países del mundo, en algunos de forma tangencial como en España, en forma de comedores sociales o atención a los sin techo; pero en otros mucho más crítica, como en Siria, Yemen o Venezuela, donde la inestabilidad política hace que millones de personas se tengan que desplazar y vivir migrando o en improvisados campamentos donde proliferan el hambre, la sed y las enfermedades. En todos esos casos, solo las organizaciones de asistencia humanitaria evitan males mayores, en muchas ocasiones arriesgando su propia integridad. Como en agosto de 2003 en Irak, en que el atentado contra el Canal Hotel causó la muerte de 22 trabajadores humanitarios entre los que se encontraba diplomático brasileño y funcionario de Naciones Unidas en el país Sergio Vieira de Mello.
Naciones Unidas celebra cada 19 de agosto el Día de la Asistencia Humanitaria en recuerdo de este evento y en honor de todos los trabajadores humanitarios heridos o fallecidos como resultado de su labor, y para homenajear a los hombres y mujeres de todo el mundo que dedican su tiempo (y muchas veces toda su vida) a cubrir las necesidades de un mundo al que cada vez le hacen más falta: alimentos, agua potable, refugio, atención médica, apoyo psicológico, reconstrucción tras catástrofes naturales o guerras, educación, protección del medio ambiente… Este año con el lema #NoMatterWhat: Humanitarians Deliver (no importa lo que pase, los humanitarios están ahí), que enfatiza el compromiso inquebrantable de estos trabajadores, voluntarios y colaboradores ocasionales con la asistencia a los más vulnerables.
Pero lo cierto es que ellas solas no siempre pueden mantener la dignidad y el bienestar de todas las personas. La asistencia humanitaria es, o debería ser, un esfuerzo global que requiere la colaboración de gobiernos, organizaciones no gubernamentales y la comunidad internacional para ser efectiva y mantener la dignidad y bienestar de las personas.
Por la parte que nos toca desde AUARA, conocemos muy bien a muchas de esas personas -misioneros, profesores, ingenieros o, sencillamente, voluntarios- que trabajan en comunidades verdaderamente desfavorecidas donde, por no tener, no tienen ni agua. Y en muchos casos es gracias a ellos que los proyectos se llevan a cabo -perforación, construcción, instalación- o que realizan una función realmente grande -gestionan y trabajan en escuelas donde los niños y niñas, ahora con agua, pueden tener la oportunidad de aprender para un futuro mejor-; o son médicos y profesionales sanitarios, que ayudan a sanar y dan pautas a quienes han sufrido esa falta de agua.
Muchas gracias a todos ellos que son, sin duda, el mayor motor del cambio. #BeTheChange