Cuando éramos más jóvenes, muchos de nosotros hemos escuchado de nuestras madres aquella frase de «¡Porque sí…!», lanzada con mucha energía en respuesta a nuestras reiteradas preguntas sobre por qué poner la mesa, recoger la ropa del suelo o hacer la cama. En realidad, y aunque ellas nos lo explicaran con argumentos contundentes de responsabilidad individual o colaboración familiar, el hecho es que simplemente no lo queríamos hacer. El «porque sí» era la única salida a nuestro empecinamiento.
Pero aún hoy, cuando ya hemos dejado de ser niños, seguimos haciendo muchas cosas sin tener una idea clara de por qué lo hacemos. Nos podemos encontrar en situaciones en las que –en ausencia de otra explicación- respondamos igualmente con un «porque sí». Eso sucede cuando no tenemos un propósito que inspire nuestra vida y, por lo tanto, una dirección clara que seguir (te animo a ver The Power of Purpose, la interesante conferencia de Steve Taylor en TED Talk).
Algo similar ocurre en el caso de empresas, instituciones o cualquier otro tipo de organización. Seguramente han marcado sus objetivos en términos de ventas o satisfacción de clientes; en definitiva, objetivos de negocio para crecer y ganar en rentabilidad. Pero han olvidado definir un porqué, el propósito que en última instancia les mueva a desarrollar su actividad.
Es cierto que algunas lo tienen muy claro -incrustado en su propio ADN-, de tal forma que sus empleados reconocen lo que les mueve a levantarse cada mañana para ir a trabajar. Pero en mi experiencia profesional también me he encontrado con organizaciones que después de muchos años de actividad, miles de clientes y millones de beneficios, nunca se habían preguntado por qué hacían las cosas. Por eso buscan claims y desarrollan campañas de marketing interno que les provean de ese porqué, aunque el resultado sea meramente cosmético y poco eficaz.
Y finalmente existe otra categoría de empresas, surgidas en muchos casos por iniciativa de jóvenes emprendedores con una acusada conciencia social, que no necesitan de ningún tipo de maquillaje: han hecho de un propósito altamente inspirador su propia razón de ser. Son las denominadas «empresas sociales», no únicamente entidades sin ánimo de lucro sino también auténticas sociedades mercantiles, que han definido primero un «porqué» -centrado en resolver un problema social- y después han canalizado su energía en encontrar el «cómo». Para estas empresas la actividad productiva es, por lo tanto, el medio para alcanzar un impacto social sostenido, y el éxito de su negocio se mide obviamente por sus resultados pero también por su capacidad de hacer el bien haciendo algo bueno. ¿Puede haber algo más gratificante? After all, purpose is truly about doing well by doing good, dice Mark Weinberger en un artículo que te recomiendo leer.
¿Conoces alguna empresa social? ¿Te gustaría trabajar en una de ellas? Y en tu caso, ¿tienes un propósito claro en la vida? Mi propósito es [ ]. Aquí dejo un espacio en blanco para que pienses en aquello que pueda inspirar tu vida y te haga poner en marcha.