Fin de curso. Millones de alumnos de todo el mundo cierran los libros y afrontan con ilusión las merecidas vacaciones después de nueve o diez meses de trabajo, de educación y con la oportunidad de haber estudiado. Ese colegio o instituto que los jóvenes de occidente consideran muchas veces una carga es, sin embargo, el mayor regalo que les hace su lugar de nacimiento y que no todos los jóvenes y niños del mundo pueden disfrutar. Porque la educación, por si no lo saben, es un derecho humano. Así nos lo recuerda Amina J. Mohammed, vicesecretaria general de Naciones Unidas: "La educación es un derecho humano fundamental. Invertir en educación es la mayor inversión que podemos hacer en nuestro futuro común, en la paz y el desarrollo sostenible, y en particular en la igualdad de género".
Es necesario por tanto ponerse firmes y abordar de manera inmediata el ODS 4: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. Este sigue siendo uno de los objetivos de desarrollo sostenible de mayor relevancia para avanzar, como sociedad, hacia una vida mejor ya que es clave para alcanzar muchos otros objetivos. La educación ayuda a reducir las desigualdades, fomentar la tolerancia y a alcanzar la igualdad de género, también a llevar una vida más saludable y sostenible. Y solo cuando las personas obtienen una educación de calidad pueden romper el ciclo de la pobreza.
Actualmente el nivel de alfabetización en el mundo es, de media, de más del 86% (algo más alto en hombres que en mujeres), pero mientras que en los países desarrollados la cifra roza la totalidad, en el África subsahariana apenas llega al 65%. Significa que más de 780 millones de adultos de todo el mundo (dos tercios de ellos mujeres) no sabrían leer, escribir ni realizar operaciones matemáticas básicas. Si bien las tasas de educación van aumentando entre los más jóvenes y son mucho, mucho más bajas entre los mayores de 65, todavía hay países como Benín, Costa de Marfil, Liberia, Mali o Burkina Faso donde solo alrededor de la mitad de los jóvenes accede a esa alfabetización y en algunos casos menos del 10% de los mayores. Más bajo aún es el nivel en la República Centroafricana, Sudán del Sur o Chad (rozando el 30% en los jóvenes). Las estimaciones indican que de aquí a 2030 habrá en todo el mundo unos 84 millones de niños que no irán a la escuela, y que serán cerca de 300 millones los que no conseguirán las habilidades aritméticas y lingüísticas necesarias para tener éxito en la vida.
Las intenciones son buenas, pero el progreso está siendo lento y no del todo el esperado, con el obvio retroceso causado por la pandemia -según Naciones Unidas se han producido pérdidas de aprendizaje por esta causa en cuatro de cada cinco países-, pero también por falta de recursos económicos y de compromiso político en muchas zonas. Este 2024 la Unión Africana celebra, precisamente, el año de la educación con la colaboración de la UNESCO, con el objetivo de promover la educación como la llave para desbloquear el potencial de África.
Pero aunque esta zona es la que sufre las faltas más graves, no olvidemos que también en países como el nuestro, en zonas marginales, existen problemas con los resultados del aprendizaje, las tasas de abandono escolar o el acceso a recursos, por ejemplo, para conseguir habilidades en tecnologías de la información.
En AUARA tenemos claro que nuestro compromiso social es con el agua, pero también con el desarrollo humano, por eso muchos de nuestros proyectos están localizados en escuelas o centros educativos, donde dando acceso al agua potable y limpia, para beber y para la higiene básica, damos también a los niños la oportunidad de una asistencia regular a la escuela. Más educación para un futuro mejor para todos.