Las venas del agua

junio 01, 2016

Las venas del agua

Leonardo da Vinci (1452-1519), polímata florentino del Renacimiento —es decir, una persona con grandes conocimientos en diversas materias científicas o humanísticas— escribió en su Tratado sobre el Agua cosas como esta:

"Podemos decir que la tierra tiene alma vegetativa y que su carne es la tierra, sus huesos los estratos de conglomerados pétreos que componen las montañas, su médula la lava, su sangre las venas del agua."

Decir que el agua es la sangre que sustenta la vida de ese cuerpo que habitamos y que llamamos planeta tierra, me pareció de una clarividencia y una belleza extraordinaria. Una metáfora que ayuda a entender claramente la importancia que el agua tiene en el desarrollo de la propia vida. Por eso un niño aprende pronto a temer la sangre de un rasguño en sus piernas cuando cae al suelo; y todos sabemos que es importante taponar la herida que no deja de sangrar, y que donar nuestra propia sangre puede salvar vidas. Como también hemos aprendido que el agua es un recurso vital: sin agua la misma vida se vuelve áspera, insufrible, hasta un punto en que puede hacer que esta desaparezca.

Lo que no hizo Leonardo pero han hecho recientemente investigadores de la Universidad de Twente (Holanda), ha sido realizar una radiografía del planeta y ver en qué partes de la tierra ese riego sanguíneo en forma de agua no es suficiente. Gracias a un avanzado modelo informático, los científicos han dividido la superficie del planeta en cuadrículas de 1200 millas cuadradas. De esta forma han podido analizar para cada una de estas zonas la demanda mensual de agua y su disponibilidad, lo que permite determinar su escasez. El estudio, publicado por Science Advances y recogido por The New York Times, muestra que dos tercios de la población mundial (4000 millones de personas) viven en condiciones de escasez severa de agua durante al menos un mes al año, mientras que 500 millones de personas sufren la falta de agua durante todos los días del año.

Sin título

Sin embargo, las soluciones propuestas por los investigadores para reducir la amenaza que representa la escasez de agua en la biodiversidad y el bienestar humano –la mejor regulación de las cuencas hidrográficas, el aumento de la eficiencia del uso del agua o una mejor distribución de los recursos limitados de agua dulce– no aliviará seguramente el sufrimiento diario de quienes carecen de agua en tantos lugares del planeta o tienen que desplazarse a pie durante muchos kilómetros para conseguirla.

La enfermedad de tantas partes de nuestro planeta donde no llegan las venas del agua es, por lo tanto, la enfermedad de tantas personas que carecen de un recurso tan básico para una vida digna. Los territorios donde el agua de esas venas no alcanza apenas a derramarse, y quienes los habitan, se empobrecen y enferman sin remedio. Aceptemos, sí, que la naturaleza reparte sus bendiciones con desigual fortuna, pero no nos resignemos a que ni la capacidad del ser humano para combatir por todos los medios la falta de agua ni la solidaridad que merece el sufrimiento de tantas personas se vea limitada por ninguna circunstancia.

"El lago de sangre que está dentro del corazón –continúa diciendo Leonardo– es el mar océano, su aliento es el crecimiento y descrecimiento de la sangre por los pulsos, y asimismo en la tierra es el flujo y reflujo del mar". Si el corazón del hombre alberga un océano entero, ¿no deberíamos poner toda nuestra pericia y generosidad para resolver un problema que afecta a tantos millones de personas? Desperdiciar una sola gota en el intento sería un fracaso.




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